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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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o Rusia, y, naturalmente, como la superpotencia norteamericana. No lo es

desde luego para los Estados de la magnitud de los europeos.

Así que, a pesar del resurgimiento del nacionalismo, el futuro de Europa,

y de sus Estados miembros, por tanto, pasa por dar los pasos que la era de

la globalización exige. La UE necesita reformas. Esa es la alternativa que se

ha de plantear en los próximos Consejos Europeos de junio y diciembre.

¿Qué reformas? Básicamente en cuatro aspectos, que planteamos en

este Informe; en sus capítulos y en las recomendaciones finales. El primero

y más relevante es la reforma del euro, para dotar a los países europeos de

la seguridad y solidaridad que faltaron cuando se desató en 2007-2008 la

peor crisis financiera que hemos conocido. Esto exige, a pesar de las reti-

cencias alemanas, a medio plazo, algún tipo de eurobonos, y, a corto

plazo, un fondo o presupuesto específico anticrisis y dos instrumentos

para la unión bancaria: un fondo de resolución bancaria y un fondo de

garantía de depósitos europeo. Las propuestas que vienen del FMI son

bastantes acertadas sobre la magnitud de las aportaciones de los Estados:

un 0,35 % del PIB de cada país; 40.000 millones de euros.

En estas reformas económicas hay que incluir la de la dificilísima –hay

que admitirlo– armonización fiscal, la tributación directa de las multinacio-

nales tecnológicas y la lucha decidida contra los paraísos fiscales, en lo que

ya ha habido avances (listas de la Comisión).

El segundo ámbito de reformas debe ser el de la Europa social. Es el

agujero negro de la Unión. Un salario mínimo y pensiones armonizadas

desde Europa, y la consiguiente edificación de un pilar social en la UE,

están esperando hace mucho tiempo para legitimar el proyecto europeo

firmemente. La cumbre de Gotemburgo fue solo un atisbo del enfoque

adecuado.

Vinculado al pilar social hay que integrar una política europea de asilo,

hasta ahora inexistente, que sea presidida por la solidaridad y no por el

egoísmo nacional. La política de distribución de cargas conducida por la

Comisión no ha sido aceptada por los países de Visegrado, lo que ha lle-

vado a un acuerdo de la Unión con un país “no seguro” como Turquía,

para subcontratar el asilo. Solo Alemania se ha mostrado generosa, admi-

tiendo un millón de solicitantes de asilo en un año (2016).

El cuarto y gran ámbito de reforma en la Unión es el de la seguridad y

la defensa, en donde parece haber mayor acuerdo entre los 27 tras la

marcha del Reino Unido. La flamante cooperación estructurada perma-

nente (PESCO) es un paso necesario para llegar al objetivo esencial: la

“autonomía estratégica” de la Unión, y, para ello, un cuartel general eu-

ropeo propio que haga posible el planeamiento de misiones civiles y mili-

tares, ejecutivas y no ejecutivas.