Patología Neurológica Infantil durante el confinamiento. Guía para familias

11 El desarrollo psicomotor (DPM) se define como el proceso continuo de adquisición de habilidades motoras, manipulativas, comunica- tivas y sociales fruto de la maduración del sistema nervioso que le permiten una progresiva independencia y adaptación al medio. Sigue un curso más o menos uniforme en casi todos los niños, y sus alteraciones pueden ser variantes de la normalidad o ser signo de patologías neurológicas más o menos graves. Existe una gran variabilidad en cuanto a las edades a las que cada niño debe alcanzar los hitos del desarrollo, pero existen algunos signos de alarma que es importante saber identificar: • Ausencia de sonrisa social o fijación de la mirada a los 2 meses. • Alteraciones del tono muscular (que el niño esté muy rígido o muy “blando”). • Irritabilidad o excesiva pasividad. • Ausencia de sostén cefálico a los 3 meses. • Posturas asimétricas o anormales. • Ausencia de marcha autónoma a los 18 meses. • Ausencia de palabras con sentido a los 18 meses. No articula frases con 2 años. • No mira o no señala con 18 meses. • Regresión del lenguaje o presencia de ecolalias a los 3 años. • No juego simbólico a los 24 meses. • Pérdida de cualquier habilidad en el desarrollo que ya había conseguido y que persista en el tiempo (al menos 1 mes). Siempre que exista una sospecha de alteración del desarrollo psicomotor, es importante consultarlo con un especialista. Generalmente la primera valoración debe ser realizada por el pediatra de Atención Primaria, que es capaz de evaluar la normalidad o alteración del desarrollo y la necesidad de realizar estudios complementarios o derivar a un especialista en Neuropediatría. Para la valoración del DPM, puede ser muy útil aportar vídeos caseros en los que se muestre su conducta en su medio natural. Esto es especialmente importante en el caso de la aparición de movimientos anormales o alteraciones que no permanezcan durante un tiempo prolongado. Se recomienda una valoración preferente en el caso de regresión en el desarrollo (es decir, cuando se hayan perdido habilidades ya conseguidas) o cuando aparezcan movimientos anormales. En este caso, la obtención de vídeos caseros puede ser fundamental para el diagnóstico. Dichos vídeos, en algunos casos, se pueden hacer llegar al pediatra o al neuropediatra por correo electrónico, evitando desplazamientos. En los casos en los que exista un retraso psicomotor es fundamental iniciar el tratamiento cuanto antes. Mientras persista el confina- miento, el acceso a los servicios de terapia va a estar limitado, por lo que es recomendable iniciar una estimulación en el domicilio. La estimulación por parte de los padres debe ser lo más lúdica posible, utilizando el juego y la música para motivar al niño: • En los niños pequeños se recomienda estimular en el suelo, manteniéndolos boca abajo el mayor tiempo posible siempre que estén despiertos. De esta forma, fortalecen el cuello y el tronco, además de alentarles para el desplazamiento autónomo. • Cuando son más mayores, es muy útil el juego con pelotas para trabajar la motricidad gruesa. • Para estimular el lenguaje es importante hablarles mucho, vocalizando y haciéndoles mantener el contacto ocular mientras se les habla. Pueden ser útiles las canciones para aprender a vocalizar o para enseñar conceptos. • Para la manipulación, son útiles los juegos de construcciones, puzles, o las pinturas, siempre adaptándonos a los gustos del niño. Los problemas del desarrollo psicomotor deben ser identificados lo antes posible. La primera medida que se debe tomar es siempre la estimulación en el domicilio, pero si existe la sospecha de que haya alguna alteración, debe ser valorado por un médico, inicialmente el pediatra de Atención Primaria, que orientará sobre la necesidad de derivar o de realizar estudios complementarios.

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