El Estado de la Unión Europea - El Parlamento Europeo ante unas elecciones trascendentales

EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA 38 (con una tregua durante las fiestas navideñas), han provocado numerosos problemas de orden público y violencia contra los bienes y las perso- nas, provocando heridos tanto en las filas de la policía así como en las de los manifestantes y ocasionando numerosas detenciones y acciones judiciales. Incluso en lo más fuerte del movimiento, el número de manifestantes nunca ha sido muy espectacular en relación con las movilizaciones que llenan regularmente la actualidad social del Hexágono. Pero el apoyo popular que ha recibi- do (tres de cada cuatro franceses antes de Navidad y todavía más de uno de cada dos a principios de enero) ha alcanzado rápidamente un nivel histórico. Esta amplia popularidad está, sin duda, relacionada en parte con su relativa indeterminación ideológica: es difícil caracteri- zar la orientación del movimiento que parece reunir gente de horizontes muy distintos en el plano político y que da la palabra a categorías sociales poco acostumbradas a movilizarse. De hecho, este movimiento no consigue ni estruc- turarse, ni dotarse de líderes con los que los po- deres públicos podrían entablar negociaciones. Sobre todo, en un régimen político centrado completamente en la elección presidencial, el presidente concentra la casi totalidad de la legi- timidad representativa nacional y, al mismo tiem- po, atrae hacia él todas las críticas y todos los reproches. Fue, por lo tanto, Emmanuel Macron el que se encontró inmediatamente en el punto de mira de los “chalecos amarillos”, muchos de ellos simplemente pidiendo su dimisión. Para dar respuesta a la ira que se iba alentan- do cada vez más, el presidente decidió final- mente hacer varias concesiones al movimiento. En un comunicado televisivo anunció una serie de medidas que se traducen en más de 10 000 millones de euros de gastos públicos: aumento de la “prima de actividad” para los hogares en los que los ingresos equivalen más o menos al salario mínimo, bajada de la contribución social generalizada (CSG) para los jubilados que perci- ben pensiones inferiores a 2000 euros, exención fiscal de las horas extraordinarias… A lo que hay que añadir la suspensión de las subidas previstas por la tasa carbono. Está claro que todo esto no va a simplificar la ecuación presupuestaria francesa, que acababa de normalizarse a ojos de Bruselas. Asimismo, Emmanuel Macron decidió lanzar una amplia consulta (que recibe el nombre de “Gran Debate”) sobre el poder adquisitivo, la fiscalidad, la democracia y los servicios públicos. El modo en el que se desarrollará dicho debate todavía es incierto en el momento en el que es- cribimos. Pero lo que está claro es que la opera- ción se alargará hasta mediados de marzo. El Ejecutivo tendrá luego que dar a conocer las conclusiones que saca de ese debate. En fin, se corre el riesgo de no salir del episodio de los “chalecos amarillos” antes de la próxima prima- vera. Hasta entonces, es muy probable que el tren de reformas prometidas o programadas por el Gobierno sigua en la estación. Resulta difícil imaginar cómo podrían abrirse asuntos tan ex- plosivos como la reforma de las pensiones o del seguro de desempleo (y además pretender que se traten seriamente) en un contexto como este, sin que suponga un riesgo político importante. El impacto de esta serie de episodios sobre la confianza de los franceses es evidente: en la edi- ción de enero del 2019 del barómetro de la con- fianza política publicado por el Centro de Investigaciones Políticas de Ciencias Políticas de Francia (Cevipof), la confianza en la institución presidencial ha disminuido 10 puntos en un año, y la confianza en la persona del presidente, ¡16

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