El Estado de la Unión Europea - El Parlamento Europeo ante unas elecciones trascendentales

59 La UE ha sufrido muchas crisis desde su origen en las comunidades europeas, y siempre ha sali- do de ellas reforzando la convergencia y sentan- do las bases de la siguiente etapa. Desde el Tratado de Maastricht (1992), pasando por el de Ámsterdam (1997) y el de Niza (2001), hasta el de Lisboa (2007) –no tan diferente del fracasado Tratado Constitucional– siempre se ha avanzado en integración política y en competencias comu- nitarias, tal vez no tan rápido como hubieran deseado los más europeístas, pero de manera sostenida. Ahora, desde la firma del Tratado de Lisboa, han pasado casi 12 años (el doble que en ocasiones anteriores) sin que se haya vuelto a intentar una reforma. Y no porque no sea nece- saria. La crisis económica que comenzó en 2008 es probablemente la causa principal de la paráli- sis reformista, pero también su peor consecuen- cia, ya que en su gestión se han demostrado todos los defectos y fallos que puede tener una construcción política incompleta y poco eficiente –como la que tenemos actualmente– y cómo es- tas deficiencias pueden afectar a los ciudadanos. La crisis ha incrementado la divergencia tan- to entre Estados miembros de la Unión como dentro de cada Estado y ha creado un clima de desconfianza entre ciudadanos de una y otra parte de Europa, y de todos hacia las institucio- nes comunitarias que no han sabido o podido gestionar los recursos y las políticas necesarias para paliar sus efectos. Esta es, tal vez junto con la crisis migratoria de 2015, una de las causas más importantes del auge de los partidos popu- listas, en especial de extrema derecha –ultrana- cionalistas y hostiles a la integración europea–, que hoy son la principal amenaza para la convi- vencia y para nuestro futuro común. Hay una cierta sensación en parte de la población euro- pea de que las instituciones de la UE son una cuestión de las élites políticas y económicas, que ellos no entienden ni pueden controlar. Las ten- dencias eurófobas se ven además reforzadas por la hostilidad hacia la Unión de instancias tan poderosas como la Administración Trump en Estados Unidos y el régimen de Putin en Rusia, que no tienen ningún interés en que el proceso de integración europea sea un éxito y la UE se convierta en un actor global con personalidad propia. Por primera vez, un Estado miembro de la UE ha decidido separarse. El brexit , si finalmente se produce, es una crisis más de la Unión. Pero es también una oportunidad para la reforma, porque el Reino Unido ha sido un freno muy potente El difícil camino hacia la necesaria Unión Federal Europea José Enrique de Ayala

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