El Estado de la Unión Europea - El Parlamento Europeo ante unas elecciones trascendentales

EL DESAFÍO DE LA CIUDADANÍA EUROPEA: LIBERTAD, PARTICIPACIÓN, BIENESTAR Y CULTURA 73 un auténtico debate continental. La declaración franco-alemana de Meseberg reitera esta pro- puesta con vistas a las elecciones al Parlamento Europeo de 2024. En la misma línea, hay que incentivar que los partidos políticos europeos presenten programas electorales comunes y uni- fiquen sus campañas de propaganda electoral. En tercer lugar, hay que redimensionar el po- der del Consejo y del Consejo Europeo. El Parlamento Europeo debe codecidir en todas las materias con el Consejo, lo que requerirá sin duda reformar los tratados. También es necesario democratizar la toma de decisiones en el Consejo, aboliendo los vetos nacionales, sobre todo en lo relativo a política exterior, tributos, recursos propios y presupues- to plurianual. El Tratado de Lisboa ofrece posibi- lidades en este sentido, mediante las pasarelas, siempre que haya acuerdo unánime de los Estados miembros para su activación. Por último, hay estudiar seriamente la pro- puesta de reunir en la misma persona las presi- dencias del Consejo Europeo y la Comisión, con la finalidad de reducir el desequilibrio en favor del primero, una posibilidad que no excluye la actual redacción de Tratado de Lisboa. Así, el Consejo Europeo elegiría como su presidente al presidente de la Comisión previamente elegido bajo el principio del Spitzenkandidat , lo que tam- bién podría dar lugar a la figura de un “presiden- te de Europa”, a la altura de los líderes de poten- cias continentales como Rusia o Estados Unidos. En lo relativo a los derechos económicos y sociales, también podemos decir que es Europa donde más amplio y generoso es este catálogo, incluso teniendo en cuenta el desgraciado creci- miento de la desigualdad como consecuencia de las equivocadas políticas de ajuste fiscal a ultranza emprendidas por las instituciones de la UE y controladas por el centroderecha en el pe- riodo 2009-2014. Desde el punto de vista de la ciudadanía eu- ropea, el bienestar social sigue siendo la respon- sabilidad principal de los Estados miembros, si bien la UE ha reforzado sensiblemente los dere- chos laborales de los trabajadores. Unos Estados que tienen una capacidad más limitada de recaudación fiscal en el marco de la globalización financiera y productiva, y que a la vez deben cumplir con los límites de déficit pú- blico y de deuda soberana fijados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Por tanto, es razonable que la ciudadanía europea disponga de una fuerte dimensión so- cial, lo que de paso contribuiría a aumentar el apoyo ciudadano al proyecto de integración. Es cierto que en la legislatura 2014-2019 se ha aprobado el Pilar Europeo de Derechos Sociales, pero no es legalmente vinculante. El proyectado presupuesto de la eurozona, en su versión anticíclica, podría financiar un se- guro europeo de desempleo complementario del nacional. Yendo más allá, la UE, si se mantienen en el tiempo las bajas tasas de inflación, podría sin ninguna dificultad garantizar una renta mínima a los ciudadanos de la eurozona, incluso como una aportación esporádica o anual, a través del BCE, y por tanto sin ningún impacto en los dé- ficits públicos. Esta transferencia es posible en el marco de los actuales estatutos del BCE, siempre que no se esté alcanzando el objetivo de inflación. Por último, es imprescindible impulsar la di- mensión cultural de la ciudadanía europea, pri- mero porque el ser humano no se contenta con colmar sus necesidades materiales, y segundo porque el sentimiento de pertenencia a la UE requiere un componente emocional desde un enfoque posnacionalista que solo pueden des- pertar las artes, el conocimiento de la historia compartida y la creatividad.

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