EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Europa en un periodo de transición

LA FUTURA ARQUITECTURA DE SEGURIDAD EUROPEA 125 La repercusión del final de la ocupación de Afganistán El fracaso de la intervención militar y humanitaria de la OTAN en Afganistán, que ha vuelto después de veinte años a caer bajo el poder de los talibanes y, sobre todo, su desastroso final van a tener sin duda repercusiones en Europa. Una vez más, la debilidad de los aliados europeos ante la hegemonía de EE. UU. los ha empu- jado a un seguidismo acrítico de las decisiones que se toman en Washington tanto sobre dónde y cuándo se entra como sobre cuándo se sale y en qué condiciones. No obstante, los países europeos son los que sufren después la mayor parte de las consecuencias de estas intervenciones, como en el caso de Irak, Libia o Siria, en el campo económico o en el de la migración que reciben. Además, este episodio ha hecho crecer las dudas, que ya habían surgido durante la presidencia de Donald Trump, sobre la solidez del compromiso de EE. UU. en la defensa de sus aliados cuando este compromiso no responda a sus intereses. A raíz de este asunto, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Se- guridad, Josep Borrell, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se han manifestado a favor de una capacidad militar propia de la UE que per- mita alcanzar, en el campo de la defensa, la deseada autonomía estratégica, necesaria para jugar un papel propio en el escenario global. Un posicionamiento claro que viene a sumarse a los que han hecho públicos en los últimos años dirigentes europeos tan importantes como la canciller alemana,Angela Merkel, o el presidente fran- cés, Emmanuel Macron. Existe, por tanto, un importante consenso político sobre la necesidad de una Unión Europea de Defensa, que debería permitir, en un primer momento, respaldar la acción política exterior de la UE, y con el objetivo final de hacerse cargo de la defensa colectiva de los Estados miembros, aunque se pueda reclamar el apoyo de otros aliados cuando sea necesario, igual que se haría en sen- tido contrario. El desarrollo de una Unión Europea de Defensa En este escenario, es decir, si la UE ha de hacerse cargo de garantizar la seguridad del continente, es imprescindi- ble el desarrollo de una defensa común europea suficien- te, autónoma y creíble que respalde también su política exterior común. La política de seguridad y defensa está inexorablemente vinculada a la política exterior; ambas interaccionan y se realimentan mutuamente. No puede existir una Unión Europea de Defensa sin una política exterior común que la dirija, ni una política exterior co- mún es creíble y eficaz sin el respaldo de una capacidad de acción suficiente y proporcionada en el campo de la seguridad, incluido el militar, cuando sea necesario. La capacidad de acción exterior de la UE se basa en su potencia económica y su influencia política y normati- va, usando una combinación de capacidades comerciales, cooperación, ayuda al desarrollo, asistencia civil y media- ción. Pero esto no es suficiente en el mundo multipolar que se está perfilando, en el que la coacción directa o indirecta continuará siendo un instrumento de la política internacional. No fue suficiente para evitar las guerras de los Balcanes ni para detener y revertir el conflicto de Ucrania. En el aspecto militar, inherente a la resolución de la mayoría de las crisis, la UE, como actor internacio- nal, es extraordinariamente débil. Las operaciones de paz lanzadas en el marco de la PCSD han sido casi siempre de continuación o de adiestramiento, raramente ejecutivas —y de baja intensidad—, y han ido perdiendo relevancia desde su puesta en marcha, en lugar de ganarla. Cuando los países europeos han tenido que intervenir militarmen- te en su entorno geográfico por razones de seguridad inmediata, como en Libia, Líbano o Siria, lo han hecho siempre fuera del marco de la UE, bien en coaliciones ad hoc , bajo la autoridad de las Naciones Unidas (ONU), o dirigidas por EE. UU. Siempre que la UE se involucra en una crisis, todas las partes implicadas saben que no dispone de fuerza militar propia para respaldar o hacer valer en caso necesario sus posiciones. En consecuencia, estas pierden efectividad en favor de otros actores, como pasa, por ejemplo, en Siria,

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