EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Europa en un periodo de transición
LA FUTURA ARQUITECTURA DE SEGURIDAD EUROPEA 127 sea mucho más cara. Baste decir que el presupuesto de defensa de Rusia en 2020 6 (61 713 millones de dóla- res) no fue demasiado superior al de Francia (52 747) o Alemania (52 765), y supuso poco más de la cuarta parte del agregado de los 27 miembros de la UE (232 807), excluyendo ya a Reino Unido. No parece que Rusia tenga problemas para defenderse a sí misma con ese presupuesto. Ciertamente no sería necesario gastar ni un euro más para tener una defensa común europea autónoma capaz de proteger de forma suficiente a los ciudadanos europeos. Probablemente se podría ahorrar bastante dinero aprovechando las sinergias de la Unión. Es cierto que existen vulnerabilidades en algunas capa- cidades, pero no lo es que no puedan ser superadas con recursos puramente europeos. Tampoco es difícil de hacer, solo hay que crear una estructura de mando propia, que naturalmente podría utilizar los recursos europeos existentes y empezar a coordinar capacidades, industrias, servicios y doctrinas, lo que no debe de ser demasiado complicado conside- rando que la gran mayoría ya siguen procedimientos de la OTAN. Los obstáculos son más bien de índole política e ideológica y se resumen en una falta de confianza mutua entre los Estados miembros de la UE. Pero esos obstáculos tendrán que ser superados, por- que la seguridad europea no puede seguir dependiendo de una potencia externa cuyo interés en ella puede cam- biar con los movimientos políticos hasta llegar a tener una prioridad muy baja. Sin una capacidad propia de defensa colectiva, la UE nunca será completamente so- berana, su política exterior estará condicionada siempre por esta carencia y por ende subordinada a la de EE. UU., que, evidentemente, priorizará sus propios intereses. Así, la Unión Europea se verá incapaz de jugar el papel glo- bal que, por su economía, su demografía y su potencial político, le corresponde, en beneficio del interés y de la seguridad de sus ciudadanos. 6 Según datos del Instituto Internacional para la Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI) para 2020, último año disponible, en dólares corrientes. Conclusión El Brexit no ha cambiado el hecho de que la arquitectura europea de seguridad siga siendo la misma que en los años cuarenta del siglo pasado, a pesar de que el marco estratégico ha cambiado radicalmente. Al contrario, un RU fuera de la UE promueve más que nunca la influencia de EE. UU. en Europa y, por tanto, a la OTAN como única garante de la seguridad del continente. Pero la OTAN, tal como se creó hace más de setenta años, en plena posguerra mundial, es disfuncional. El fracaso de Afganistán es una nueva prueba de ello. Ni tiene objetivos claros, ni tiene medios para alcanzar los nuevos que se propone (y que no están contemplados en el Tratado), ni tiene unidad de propósito, ni de intereses (recordemos de nuevo el caso de Turquía). No se puede intentar atraer a los países europeos al área del Indo- Pacífico, donde se dirimen asuntos que no interesan a la mayoría de los aliados de este lado del Atlántico. Agitar el fantasma de una Rusia hiperagresiva que podría poner en riesgo la seguridad europea no es suficiente, porque lo que le interesa a Europa es una Rusia cooperativa, lo más próxima posible a los estándares políticos europeos y eso solo se puede lograr a través del diálogo. En las condiciones actuales, el intento de continuar mantenien- do a la OTAN como la única arquitectura de seguridad en el continente europeo es difícilmente justificable y solo puede responder a intereses políticos. Es necesario reiterar que la creación de una Unión Europea de Defensa no conllevaría ninguna ruptura. Esta iniciativa no debería acabar con la relación tra- satlántica, tampoco en materia de defensa, sino solo mejorarla. La OTAN actual —una potencia hegemónica y 29 acólitos— ya no se corresponde con la realidad geopolítica en esta región del mundo. Una UE dotada de una capacidad de defensa propia suficiente estaría en condiciones de suscribir un tratado de defensa mutua con EE. UU., una nueva alianza en igualdad de condicio- nes, a la que podrían asociarse otros países no miembros de la UE —con el Reino Unido en primer lugar, por su- puesto—, lo que constituiría una garantía de seguridad
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