EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Europa en un periodo de transición
EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA 16 factores, como el Brexit o el auge de los nacionalismos eurófobos, nos muestran que la democratización y el acercamiento al ciudadano son una cuestión existencial, por lo que deben ser una prioridad. El modelo democrático de un objeto político no identificado La UE constituye un sistema de gobernanza democrática, cuya particularidad es que pretende llevar la democra- cia al plano internacional, en lo que Dahl (1999: 25) considera la tercera transformación en la historia de la democracia. Esto supone, en sí mismo, una gran inno- vación y un desafío. Las organizaciones internacionales son asociaciones que los Estados crean para alcanzar objetivos comunes, pero no se han planteado como sis- temas que respondan a características democráticas. Se caracterizan por ser sistemas de negociación burocrática que no pueden garantizar el control popular sobre sus decisiones y sus políticas (Dahl, 1999: 19). Podemos entender la democracia, con Dahl, como un sistema de participación efectiva e igualitaria en las decisiones colectivas de todos los que están sujetos a esas decisiones que asegura el control popular sobre las políticas y decisiones gubernamentales (Dahl, 1989: 88- 89). Un sistema democrático debe, por tanto, permitir a los ciudadanos conocer y entender los asuntos cívicos y tener el control sobre la agenda decisoria (Dahl, 1989: 89). Debe constar de un proceso ordenado y pacífico a través del cual una mayoría de ciudadanos pueda indu- cir al Gobierno a hacer lo que quiere y a evitar lo que no quiere (Dahl, 1989: 95). Resumiendo, los elementos clave, según Dahl, serían la participación efectiva e igua- litaria de la ciudadanía a partir del voto, la comprensión informada de los asuntos que trata la polity , el control de la agenda política y la inclusividad. De hecho, el desarrollo de la democracia en el nivel internacional no tiene precedentes históricos ni contem- poráneos (Eriksen y Fossum, 2000: 15). La UE no es un Estado, por lo tanto, no se le pueden aplicar los criterios establecidos y testados para las democracias estatales (Micossi, 2008: 19). Pero ejerce, en la actualidad, muchas de las funciones del Estado; de hecho, la mayor parte de las políticas económicas y sociales de las que somos destinatarios como ciudadanos tienen su origen en la UE. Desde los orígenes de las primeras Comunidades Europeas, los padres fundadores ya se preocuparon en introducir en el proceso de toma de decisiones elemen- tos de control para evitar un ejercicio tiránico del poder (Gil-Robles, 2015: 20-21). Así, en las Comunidades y, hoy en la UE, las funciones clásicas legislativas, ejecuti- vas y judiciales se comparten entre varias instituciones y requieren de grandes consensos en su ejercicio, lo que es un elemento de control claro. Desde 1979, con la elección por sufragio universal directo del Parlamento Europeo, se ha experimentado una evolución continua hacia una mayor participación y control parlamentario del ejercicio del poder. Lisboa, incluso, introduce el vector de los Parlamentos nacionales en ese control. La UE, por tanto, ha sabido crear unos innovadores mecanismos de legitimación para una polity multinivel y multinacional (Micossi, 2008: 20) que hacen que se pueda considerar que disfruta de unos estándares demo- cráticos similares a los de los Estados miembros (Mény, 2002). Sin embargo, los elementos que más echamos en falta en el sistema europeo son la participación efectiva de los ciudadanos en el debate y en la fijación de la agenda política y en su control, como insiste Dahl. Es precisamente la imposibilidad de contestar los liderazgos políticos y las políticas concretas por parte de la ciudada- nía lo que hace sostener que sigue existiendo un déficit democrático en la UE (Follesdal y Hix, 2006). La singularidad del sistema político de la UE reside en ser, a la vez, un modelo federal e intergubernamental. Cuenta, por tanto, con un doble vector de legitimación, los Estados y los ciudadanos. Así, el propio artículo 10 del Tratado de la Unión Europea (TUE) sobre los princi- pios democráticos de la UE establece expresamente que el funcionamiento de la UE se basa en la democracia representativa: los ciudadanos se hallan representados por medio del Parlamento Europeo, y los Estados miem-
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