EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Europa en un periodo de transición

EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA 54 (BEI) movilizó 200 000 millones de euros para facilitar la financiación empresarial. Todas estas medidas, que han sido necesarias y están contribuyendo considerablemente a amortiguar los efectos de la pandemia, se antojaban insuficientes ante la magnitud del desafío traído por la covid-19. Así, pronto se tomó conciencia de que iba a ser ne- cesaria una intervención a escala comunitaria sin precedentes. No hay que olvidar que la crisis anterior aumentó las divergencias entre los Estados miembros, poniendo incluso en peligro la propia existencia del euro. De hecho, antes de la irrupción de la pandemia, los países europeos ya tenían situaciones económicas muy diferentes, que el impacto de la pandemia no ha hecho más que exa- cerbar. Por otra parte, países como Italia o España, con economías muy dependientes del turismo y con un tejido empresarial integrado por un gran número de pequeñas empresas, sufrieron caídas del PIB en 2020 superiores a las de los países del norte de Europa. Así mismo, como se ha señalado antes, varios Esta- dos miembros arrastraban una serie de debilidades de la crisis anterior, como la acumulación de mayores niveles de deuda pública, baja productividad y competitividad o problemas de desempleo crónicos. Este impacto asimétrico de la crisis y los citados an- tecedentes han creado un riesgo real de aumento de la brecha entre los países del norte y los del sur, con la amenaza que ello supone para la cohesión de la UE e incluso para la propia integridad del mercado interior. Una de las lecciones de la crisis anterior fue que el aumento de la desigualdad entre países tuvo su origen, en buena parte, en las diferentes condiciones de finan- ciación que tuvieron los Estados miembros a la hora de endeudarse. Es preciso recordar las grandes dificultades a las que tuvieron que enfrentarse Grecia, Portugal, Ir- landa, Chipre o España durante el transcurso de la crisis de deuda soberana. A este respecto, una de las propuestas más desta- cables que se barajaron para resolver este problema fue la de la implantación de un sistema de eurobonos que conllevaba un cierto grado de mutualización de la deuda entre los Estados miembros. Sin embargo, la oposición de los países acreedores de la UE a esta propuesta fue frontal en todo momento. Las decla- raciones de Angela Merkel en medio de la crisis del euro fueron tajantes al respecto: “no habrá eurobonos mientras yo viva”. Sin embargo, la naturaleza inédita de la crisis de la covid-19, que no puede ser achacada a “errores” de po- lítica económica, y el enorme gasto en el que han tenido que incurrir los países para hacer frente a las emergen- cias sanitarias y económicas propiciaron un cambio en la postura de Alemania que, a la postre, se reveló decisivo para dar un paso de gigante en la construcción europea. Tras varias vicisitudes, se aprobó un gran paquete de estímulo público para la reactivación y la transformación del modelo económico de los Estados miembros: el pro- grama de recuperación NextGenerationEU (NGEU, por sus siglas en inglés). El primero en reavivar el viejo debate sobre la mu- tualización de la deuda fue el Gobierno español. El 19 de abril de 2020, en el Documento de trabajo no oficial de España sobre una estrategia de recuperación , España lanzó la idea de un nuevo “Plan Marshall” de inversiones públicas para el conjunto de la UE. Al poco tiempo, Ale- mania presentó una propuesta conjunta con Francia, en la misma línea de lo que planteaba el Ejecutivo español, que sirvió de base a la iniciativa que la Comisión presentó posteriormente. Sin embargo, el camino hacia la aprobación del NGEU en el Consejo Europeo del 21 de julio no fue ni mucho menos fácil. Tras superar la dura resistencia de los países frugales (Países Bajos, Austria, Suecia y Dina- marca), se logró aprobar un instrumento de financiación temporal, el NGEU, diseñado para mitigar las consecuen- cias económicas de la crisis de la covid-19. El NGEU va a suponer la mayor movilización de re- cursos en la historia de la integración europea. Cuenta con una dotación de 750 000 millones de euros, de los cuales 390 000 revestirán la forma de subvenciones, y 360 000, la de préstamos a los Estados miembros, con-

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