EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Europa en un periodo de transición

LA EUROPA SOCIAL EN ACCIÓN: UNA NUEVA PRIORIDAD EN LA PANDEMIA TRAS UNA DÉCADA PERDIDA 83 financiera que, además de los resultados económicos y el tamaño de la población, tiene en cuenta las diferentes situaciones socioeconómicas de partida al estallar la cri- sis (desempleo 2015-19) para las asignaciones en 2021 y 2022, así como los efectos de la crisis (disminución del PIB real en 2020, disminución global del PIB real 2020- 21) para las asignaciones en 2023. Después de que el Parlamento Europeo y el Consejo dieran su aprobación final al paquete en febrero de 2021, los Estados miem- bros presentaron a la Comisión Europea los Planes de Recuperación y Resiliencia, notificando proyectos concre- tos de financiación de inversiones públicas hasta 2026. La Comisión evalúa y el Consejo aprueba los planes con arreglo a unos criterios que vinculan hábilmente las ayu- das cíclicas a los objetivos estructurales de la UE a medio plazo. Entre ellos se incluye que al menos el 37% del gasto de inversión nacional debe estar relacionado con los objetivos de protección del clima y al menos el 20% con la transformación digital. Junto a ello desempeñan un importante papel los objetivos de cohesión econó- mica, productividad y competitividad, cohesión social y territorial y resiliencia sanitaria, económica, social e insti- tucional, así como la dedicación de una especial atención a los jóvenes.También se invita a los Estados miembros a tener en cuenta las recomendaciones específicas por país del Semestre Europeo en los ciclos anuales de 2019 y 2020. Se espera que los primeros desembolsos parciales se efectúen en la segunda mitad de 2021.Además, habrá un complemento de 47.500 millones de euros para los fondos de cohesión, que son el segundo componente más importante del paquete Next Generation EU dentro de la Ayuda a la Recuperación para la Cohesión y los Territorios de Europa (REACT-EU). Esta ayuda se facilitará a través del Fondo Social Europeo Plus (FSE+), el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y el Fondo de Ayuda a las Personas Más Desfavorecidas (FEAD). La orientación hacia la situación económica y social y la afectación de los Estados miembros antes y durante la pandemia sugiere un nuevo camino que, a pesar de la orientación temporal del programa, podría cambiar per- manentemente los futuros debates en torno a la dotación europea de las ayudas en caso de crisis. A diferencia de la crisis del euro, esta vez no se pone el foco en fijar con- diciones de política presupuestaria ni en la disposición a la concesión de créditos. En aquel entonces no se com- prendió que los problemas de Grecia, Portugal, Irlanda, España y otros Estados miembros formaban parte de un déficit sistémico de la Unión Monetaria, y que no eran responsabilidad propia de cada uno de esos países. La imposición de condiciones procíclicas erróneas desde el punto de vista de la política de apoyo a la coyuntura, con devastadoras consecuencias para los mercados de trabajo y las políticas sociales, agravaron y prolongaron artificialmente la crisis del euro. La política de austeridad es una razón central de la brecha social que atraviesa el continente y se aprecia hasta hoy en los indicadores socioeconómicos. El paquete de inversión se dirige contra el ulterior agravamiento de esa brecha y con tal finalidad incluye explícitamente la dimensión social. Para la Comisión, el telón de fondo es, sobre todo, la gran diversidad de formas en que las personas se ven afectadas por la crisis. Las familias monoparentales, los niños y los ancianos, los empleados precarios y los autó- nomos, los trabajadores móviles y desplazados, los inmi- grantes, los discapacitados y las minorías, pero también las personas con escaso acceso a Internet o pocos cono- cimientos digitales, han estado más expuestas a las con- secuencias de las medidas de confinamiento. Una parte de la población ha podido utilizar las herramientas digi- tales para mantener la distancia social requerida epide- miológicamente y exigida políticamente durante mucho tiempo. Mientras tanto, muchas personas, especialmente en los sectores de servicios de baja remuneración de la sanidad, la asistencia, el transporte público local, la producción y entrega de alimentos, los viajes, el ocio y la cultura, se han visto expuestas a mayores riesgos de infección o se han visto afectadas por la pérdida de ingresos debido a la reducción de la jornada laboral o a la pérdida de puestos de trabajo. Dado que las mujeres trabajan de forma desproporcionada en estos sectores y también han asumido una gran parte del trabajo de cuidados durante la crisis, las arraigadas desigualdades

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