EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Ante una nueva legislatura europea
EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA 106 un sistema independiente de comercio de derechos de emisión para el transporte y los edificios, crear un Fondo Social para el Clima, introducir el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (MAFC) e implantar normas para el comercio de derechos de emisión en la aviación y el transporte. En esta reforma, Bélgica y Bulgaria se han abstenido; Hungría y Polonia han votado en contra. Espe- cialmente controvertida ha sido la creación de un RCDE 2 para calefacción y transporte. Como solución intermedia, en 2026 entrará en vigor el Fondo Social para el Clima, do- tado con 80 000 millones de euros; pero los críticos temen que esta suma sea insuficiente. Según el acuerdo, todos los ingresos de los Estados miembros procedentes del co- mercio de derechos de emisión se destinarán a proyectos relacionados con el clima y la energía, y a la mitigación de los efectos sociales de la transición energética y térmica. El nuevo Fondo Social para el Clima pretende dar apoyo a las personas vulnerables y a las pequeñas empresas, con inversiones para aumentar la eficiencia energética. La política nuclear, manzana de la discordia A pesar del acuerdo sobre unos objetivos climáticos más ambiciosos, las perspectivas de futuro distan de ser pro- metedoras. Mientras que en 2022 se mantenía un fuerte deseo de ofrecer una señal de unidad europea potente, 2023 pone de manifiesto un antagonismo cada vez más intenso entre los Estados miembros. La energía nuclear es un punto de conflicto constante. Suscita enormes dis- putas en el plano europeo y unos incesantes debates que ralentizan la promulgación de importantes reformas de la política energética. También vuelve a estar sobre la mesa la reivindicación del fomento de la energía nuclear. En 2023 se formó una alianza nuclear a instancias de Francia, con Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Fin- landia, Francia, Hungría, Países Bajos, Polonia, República Checa y Rumanía. Italia se ha retirado temporalmente, tras unas primeras manifestaciones de interés; Suecia, que ejercía en ese momento la presidencia de turno, adoptó inicialmente una posición de perfil bajo. Estos países se han fijado el objetivo de estrechar la coopera- ción en la cadena de suministro nuclear, pero también están ejerciendo una gran presión por abrir los fondos europeos a la energía nuclear. El hecho de que Francia actúe con tanta determi- nación en esta cuestión revela, sobre todo, la debilidad de la industria nuclear francesa. Con un parque nuclear envejecido y parones en periodos de sequía, Francia se enfrenta a graves problemas y busca recursos financieros. Contra lo que suele oírse, los debates a nivel euro- peo no hablan de dictar la combinación energética de los Estados miembros. Quien quiera seguir confiando en la energía nuclear puede hacerlo. También es probable que muchos de los proyectos actualmente en discusión no lleguen a realizarse. En la práctica, la reactivación de lo nuclear parece más bien frágil: los reactores que se conectaron a la red europea en los últimos años sufrieron de considerables retrasos durante la fase de construcción y de enormes aumentos de costes. Estos problemas con- formaron más bien la regla y no la excepción. El punto crítico es la financiación. Los Estados miembros deben respetar los objetivos climáticos acordados conjuntamen- te por la UE: en efecto, la energía nuclear tiene menos huella de CO 2 que combustibles fósiles como el carbón, petróleo o gas. Por desgracia, las centrales de baja emi- sión de CO 2 que se conectarán a la red dentro de 20 años son poco útiles en los próximos diez o quince años, que es el periodo más complicado. Por lo tanto, estos proyectos no deberían financiarse a través de los fondos europeos destinados a la transición energética. Estos fon- dos son necesarios para la expansión de las renovables y el desarrollo de tecnologías complementarias, como el almacenamiento y las redes inteligentes, que permiten la transición ahora y no en el futuro lejano. Los fondos actuales de la UE distan muchísimo de ser suficientes para apostar por el futuro, y es probable que los debates sobre esta cuestión sigan intensificándose. Por otra parte, se temía mucho la reactivación del carbón en Europa, hecho que prácticamente no se ha cumplido. Es cierto que se han tenido que reactivar cada vez más centrales eléctricas de carbón, y los Gobiernos
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