EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA. Ante una nueva legislatura europea

13 La identidad europea y la nueva geopolítica Carlos Carnero La nueva geopolítica Desde la caída del Muro de Berlín, el mundo está tratan- do de definir un orden internacional que sustituya al de la Guerra Fría, que estaba basado esencialmente en tres elementos: el equilibrio del terror nuclear, la existencia de dos sistemas económicos opuestos y escasamente interconectados y una distribución institucional del poder plasmada en las Naciones Unidas. En el orden de la Guerra Fría, dos superpotencias –los Estados Unidos y la Unión Soviética– actuaban como poderes hegemónicos enfrentados que habían establecido entre sí frenos de emergencia destinados a impedir la catástrofe atómica, que aun así estuvo a punto de producirse por decisiones voluntarias al menos una vez, que sepamos. En ese marco, el planeta experi- mentó cambios tan profundos como la descolonización y sufrió problemas tan persistentes como la ausencia de democracia y la violación sistemática de los derechos humanos en una infinidad de países, el subdesarrollo y los conflictos regionales. En ese tiempo, a pesar de la hegemonía de Wash- ington y Moscú, determinados grupos de países, como los no alineados, trataron de buscar su propia vía, más o menos diferenciada. La Unión Europea –cuyo proceso de construcción tuvo lugar durante todas las etapas de la Guerra Fría, desde las más oscuras hasta las más moderadas– llega a 1989 con doce Estados miembro y una nítida acele- ración de su profundización política, que culmina poco después en el Tratado de Maastricht, con el que adquiere su nombre definitivo, da vida a lo que finalmente será el euro y define por primera vez su política exterior y de seguridad común. Es decir, dentro del marco de lo que ha venido a denominarse Occidente, la Europa unida da un paso decisivo para adquirir un perfil propio, su identidad. Entre 1989 y mediados de la década de 2010, la colaboración política y económica internacional es la tó- nica dominante: se afianza la globalización y el diálogo entre los principales países o grupos de países permite afrontar o al menos debatir conjuntamente los grandes retos planetarios, con una considerable extensión de la democracia. Los antiguos enemigos –los Estados Unidos y la Fe- deración Rusa– establecen un diálogo permanente, no exento de altibajos; la República Popular China no deja de crecer política y económicamente; la UE sigue avan- zando a grandes pasos, que desembocan en el Tratado de Lisboa, su ampliación y su aspiración de convertirse en un poder global relevante; se crea el grupo los BRICS, que reclaman su puesto en la mesa. A pesar de ello, las guerras –como la de Irak iniciada por el presidente Bush en 2003 al margen de la legali- dad internacional– siguen siendo una realidad, incluso en territorio europeo (antigua Yugoslavia); los conflictos regionales históricos permanecen o surgen otros nuevos;

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