Patología Neurológica Infantil. Guía para profesores
62 CEFALEA Ana Pérez Villena Fernando Martín del Valle Introducción El dolor de cabeza es una causa frecuente de consulta en los servicios de Pediatría, tanto en Atención Primaria como en Atención Hospitalaria. Globalmente, entre un 75-90% de niños sufren a lo largo del periodo infantil algún episodio de cefalea. Aproximadamente, un 20% de los niños y adolescentes entre 4 y 18 años indican haber tenido episodios de cefalea frecuentes o graves en el año previo. Es decir, es relativamente frecuente que un niño presente cefalea en algún momento de su vida. ¿Qué tipos de dolor hay? Podemos diferenciar diferentes tipos de dolores de cabeza en función de la frecuencia de presentación de la cefalea y los síntomas. • Según la frecuencia de presentación, hablaremos de cefalea aguda si el niño no ha presentado previamente episodios de dolor de cabeza. Si por el contrario no es la primera vez que el niño tiene cefalea, se hablará de cefalea aguda recurrente. • Si la cefalea dura más de 15-30 días podemos hablar de una cefalea crónica, que será progresiva si los síntomas van aumentando progresivamente en frecuencia e intensidad, o cefalea crónica no progresiva cuando los síntomas se mantienen estables en el tiempo. En función de los síntomas hablaremos principalmente de tres tipos de dolores de cabeza, principalmente en la infancia: tensional, migrañosa y trigémino autonómica ( Tabla 9 ). Es posible que los niños presenten cefaleas de características mixtas. ¿A qué se llama aura? En ocasiones puede acompañarse de los que se conoce como aura de migraña. Se trata de una disfunción transitoria de las funciones del sistema nervioso central. Puede aparecer el aura aislada pero lo más habitual es que una vez que se presenta se siga de una cefalea. Suele durar entre 5-60 minutos. El niño o adolescente presentaría antes o durante el dolor de cabeza síntomas neurológicos como alteración visuales (ver brillos, ver manchas negras…), sensitivas (“siento la lengua dormida, siento la mano dormida”…), de equilibrio (“siento que me mareo, noto que todo gira”…) o incluso más aparatosos como alteraciones de la fuerza (“ me pesa un brazo, muevo mal una pierna”…), lenguaje (el niño no comprende o no es capaz de vocalizar a pesar de
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