Hasta la aprobación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia (LORE) existía en nuestro país un ejercicio clandestino de la eutanasia que, sin duda, seguirá existiendo, ya que la ley ha dejado a bastantes posibles sujetos eutanásicos excluidos.
En estas páginas el lector descubrirá las limitaciones de la legislación actual, inspirada en unos valores metafísico-religiosos que son un lastre para la decisión libre del ciudadano.

La LORE reconoce el derecho a morir con ayuda, pero lo deriva de la compasión que tenga el médico ante la situación patológica de un individuo. Sin embargo, la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) —que avala la constitucionalidad de la ley— no habla de tal supuesto fundamento. Para el Tribunal, la Constitución Española (CE) da cobertura a este derecho subjetivo como derecho de autodeterminación de la persona para decidir el momento de su morir. Este pasar de largo sobre el fundamento aportado por la LORE puede entenderse como una crítica silenciosa al legislador y a su vez la afirmación de la raíz genuina del derecho de la persona.

El art. 10 de la CE habla del “libre desarrollo de la personalidad” y en este valor constitucional se apoyó el Grupo de Estudios de Política Criminal cuando presentó su propuesta para despenalizar la eutanasia en la reforma del Código Penal en 1995. Este razonamiento fue, pues, el adelanto de la actual sentencia del TC, pero entonces no lo asumieron los legisladores. Esperemos que la lección constitucional de la sentencia sirva hoy de acicate y de marco para una cultura del morir en libertad.