La caza que nos parió 2ª edición
Carlos Sánchez García-Abad 16 de los tejidos, siendo todo un logro que ahora sean resistentes y repelentes al agua, más si cabe en un país sujeto a tanta precipitación. Unos años después, el 1 de marzo de 2008, otra gran marea verde de cazadores recorrió las calles de Madrid, en esta ocasión para protestar frente a la Ley del Patrimonio Na- tural y de la Biodiversidad que el gobierno de Zapatero había sacado hacia delante y que para el sector de la caza abría la puerta a un gran número de limitaciones. Para los entendidos, esta había sido la mayor manifestación de cazadores en Espa- ña hasta la fecha y meses después, cuando Cristina Narbona, ministra de Medio Ambiente, fue cesada, muchos entendieron que la manifestación había merecido la pena (la ley sigue vi- gente, por cierto). Las imágenes de los rudos guardas de caza escoceses (con sus patillas de pico de hacha), fotografiándose enfrente del Big Ben, y la de los rehaleros españoles, esperando a que sus perros hicieran pipí en el Paseo de la Castellana, resultaban ciertamente absurdas y me recordaban al belga por soleares que canta Joaquín Sabina en uno de sus mejores temas 1 . Al fin y al cabo, se trataba de personas fuera de su hábitat propio, de especies lejos de su ecosistema natural. Y por ello entiendo que los pocos londinenses y madrileños residentes que se to- paron con estas manifestaciones quedaran sorprendidos ante tal estampa (si es que queda algún oriundo de estas ciudades durante un fin de semana). Pero si hubiéramos juntado a los dos, guiri e hispano, con un traductor de por medio, muy posiblemente hubieran descubierto que tenían mucho más en común de lo que tienen con sus paisanos urbanitas. 1 Sabina J. Así estoy yo sin ti . En: Hotel, dulce hotel. BMG/Ariola; 1987.
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