La caza que nos parió 2ª edición

Carlos Sánchez García-Abad 18 cuchillos y navajas, ropa y calzado, zurrones y mochilas, así como todo lo que los perros de caza y otros animales “auxilia- res” pueden necesitar. No faltaban tampoco, ya en otra planta, la artesanía cinegética, es decir, cualquier forma de arte que se refiere tanto a las especies de caza como a la caza en sí, desta- cando sobremanera la taxidermia y la exposición de trofeos de la Junta Nacional de Homologación, a la que dediqué un buen rato. Y finalmente, lo que más impresionó fue recorrer el pabe- llón de los organizadores de caza, especialmente los extranje- ros, que ofrecen paquetes de viaje para irte de safari africano o, si eres más osado, adentrarte en remotos lugares de Norteamé- rica, Asia o Sudamérica para hacerte con alguna especie que habite los lugares más inhóspitos pero a su vez tremendamente bellos. A todos los cazadores nos gusta sentir los tiros, y varios expositores reproducían vídeos mostrando las cacerías del modo más realista, pero les confieso que algunos stands tenían el volumen tan alto que terminaba por ser desagradable. Por un momento, me imaginé en uno de aquellos safa- ris, o mejor aún, cazando en las Montañas Rocosas y siendo protagonista de alguna modalidad de caza ancestral, en la que hubiera que dormir al raso y “pistear” un animal en compañía de un guía de caza, de esos que salen en programas de televi- sión y que parecen salidos del siglo XVI. Comparado con mis días de caza con escopeta y perro en la Alcarria, no tenía por qué ser mejor, pero sí distinto… Al salir de aquella feria, entendí que la caza era un mun- do mucho más complejo y diverso de lo que pensaba. Vamos, que no tenía ni pajolera idea de caza, aunque llevara saliendo al campo con mi padre desde los 8-9 años y hubiera leído lite- ratura científica y divulgativa al respecto. Quizás me faltaba viajar un poco más, tanto dentro como fuera de la piel del toro, para comprender mejor de qué

RkJQdWJsaXNoZXIy MTAwMjkz