Cuentos para crecer por dentro
Vicente Violín enmudeció. ¡Aquello era lo más bonito que había oído nunca! Por mucho que ensayase, por bien que tocase, siempre sentía que le faltaba algo… y en aquel preciso momento lo encontró, al unirse a sus compañeros: –¡Bom-bom-chas-tom-plas! ¡Tararata! ¡Bom-bom-chas-tom-plas! ¡Vavevivovú!
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