CINE Y PEDIATRIA 4

publicado: sábado 16 de noviembre de 2013 220 Cine y Pediatría [201] claro ejemplo de la misma: porque siempre está dispuesto a aplazar todas las cosas que tiene que hacer. Raphaël es quien encarna los sueños familiares, mientras que Albert representa las preocupaciones y obligaciones. •  Marie Jeanne, la madre ( Zabou Breitman ): el 25 de septiembre de 1998, vive un día un poco loco que sintetiza la crisis de los 50, en el que busca proyectos y sentirse otra vez joven. Y dice a su familia:  “Me gustaría ser diferente, que todo volviera a ser como antes: cuando tu padre me amaba y cuando yo era la única persona en el mundo para vosotros tres” . Porque en ese día vive su Apocalypse Now , porque Marie-Jeanne se niega a madurar y envejecer. Y el problema es que la veinteañera de la casa no es ella, sino su hija Fleur.  •  Robert, el padre ( Jacques Gamblin ): el 26 de mayo de 2000 descubre que está enfermo. Y aprenderá algo que cambiará su vida para siempre, porque su nuevo reto será vivir cada día como si fuera el último. Como taxista de profesión, Robert vive como un fracasado de la sociedad, fracaso que trata de  compensarlo dentro de su faceta como padre, intentando evitar la relación con sus hijos que él mantiene con su mismo padre (Roger Dumas) y entre los que el diálogo guarda dolor.  “Sé lo que necesitas para dejar de fumar definitivamente: un buen cáncer” , le dice el abuelo al padre.  “Papá, soy tu único hijo y no hay una foto mía en tu casa. Nunca he visto algo así. Todo el mundo tiene fotos de sus hijos” , le recrimina el padre al abuelo. Una familia que se empieza a desmoronar el primer día, y que en el sexto… reaparece la construcción de la familia. Casi un argumento bíblico… para una película totalmente en la tierra. La originalidad de la historia y de su estructura se completa con una puesta en escena atenta a los pequeños detalles y ágil en su narración. Una “familia de cine” donde el tiempo y la propia vida actúan como vértices de una historia que comienza con un reportaje casero de aquellos maravillosos años en que los hijos eran niños y todo era una fiesta con instantes de felicidad, instantes congelados por fotos reunidas a modo de collage mientras aparecen los títulos de crédito. Y es aquí donde Bezançon demuestra prodigiosa capacidad para conjugar en el relato fragmentado un estilo visual arrollador, casi temerario, y con una banda sonora exquisita y protagonista, en perfecta complicidad melomaníaca con el montaje final:

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