CINE Y PEDIATRIA 4
publicado: sábado 16 de marzo de 2013 72 Cine y Pediatría [166] este material, un valor añadido especial tienen las canciones alusivas al tema interpretadas por Albert Pla (polémico cantautor que aplica un toque infantil a sus composiciones) y grabadas en un local del propio Raval; canciones que dan paso a la historia y que se intercalan oportunamente entre ella. De la misma manera que Monos como Becky entrecruzaba discursos diversos sobre la sanidad y la locura en el sistema sanitario, De niños alterna un estudio sobre la pederastia, sobre el análisis periodístico de un tema escandaloso y, también, sobre un sistema judicial español que no da ninguna confianza ante la manipulación de la tramas (en la que los niños se vieron implicados sin pudor). Porque a Jordà no le tiembla el pulso al poner en evidencia la desconexión entre la Barcelona “oficial”, esa Ciudad Condal postolímpica basada en planos y estadísticas, y la Barcelona real “de los otros”, sucia, miserable y pobre. No quedan bien parados los profesionales del periodismo que evidencian frivolidad ante estos temas tan duros y que dejan en entredicho la imparcialidad de unos medios de comunicación que no dudan en ejercer la acusación particular con tal de aumentar las ventas, basándose en prejuicios y en ausencia de evidencias. Pero a quien le toca la peor parte es a la Justicia. Porque el juicio en sí mismo es la esencia de la película y las imágenes recogidas en la Audiencia son evidentes para poner en relieve las insuficiencias de nuestro sistema judicial: la falta de profesionalidad de los abogados, la torpeza de sus intervenciones, el desinterés mostrado repetidamente por miembros de la acusación y la arrogancia casi chulesca de fiscal y juez nos dejan boquiabiertos como espectadores y como potenciales usuarios de este sistema judicial. Jueces que se enfrentan a macarras, proxenetas y pederastas, a miserables (económica y espiritualmente), no a asesinos, a miserables sin escrúpulos que llegan a vender el cuerpo de sus hijos a muy bajo precio para obtener beneficio. Sin embargo, la miseria moral de los acusados queda empequeñecida ante la torpeza y deshumanización del sistema judicial en las escenas en que los profesionales pierden (literalmente) los papeles, en que bostezan durante una declaración o se confunden de testimonio. Sea como sea, De niños no toma partido ni pone el veredicto en tela de juicio, pero sí hace reverberar las palabras emitidas por un testigo que duda de la idoneidad del juicio al dejar claro que la característica común de todos los finalmente juzgados es exclusivamente la pobreza. Porque en ese juicio Jordà no nos presenta al Henry Fonda de Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), ni al James Stewart de Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), ni al Charles Laughton de Testigo de cargo (Billy Wilder, 1957), ni al Gregory Peck de Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962 [Cine y Pediatría 40]), ni al Paul Newman de El veredicto (Sindney
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