CINE Y PEDIATRIA 4
publicado: sábado 20 de abril de 2013 92 Cine y Pediatría [171] Porque cuando una relación conductual degenera en psicopatía, paranoia, obsesión, agresiones compulsivas, ya nos encontramos en un agujero negro auto y heterodestructivo sin retorno. Porque El niño que gritó puta aborda la enfermedad mental infantil, y lo hace con el uso frecuente de vocabulario obsceno, quizás como una forma de expresar también la mente del niño, con otra actitud agresiva que ya el director nos muestra hasta en el título. Y acrecientan el valor de la película al menos dos elementos destacables: la interpretación magistral de Harley Cross (actor que no ha seguido la brillante trayectoria que prometía) y que ganó merecidamente el premio al Mejor actor en el Festival de Cine de Valladolid; y la música de Wendy Blackstone, que enfatiza el dramatismo de la historia y provoca incluso un sentimiento de malestar. El niño que gritó puta es la historia de la transformación de un niño agresivo y dominante en un paranoico obsesionado. Esta transformación comienza en un hogar sin reglas al mando de una madre sola e incapaz de imponer su autoridad. En donde, entre Dan y su madre, se establece la combinación de chantaje emocional y amenazas del denominado “síndrome del emperador” en su fase más extrema, y donde el intento de dominación del hijo tiene unos ribetes sádicos inquietantes. El modelo de comportamiento masculino está ausente y ese hueco será rellenado por sucesivos modelos nefastos: uno, un adulto perturbado y pedófilo; otro, un adolescente con rasgos psicóticos. Ambos coincidirán en un punto: asociar la masculinidad con la violencia y la agresión a los otros, a los “hijos de puta”.
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