CINE Y PEDIATRIA 4
cine y pediatría 4 95 de una maternidad sincera y sin tabúes. Una experiencia que transforma la vida de la pareja, especialmente la de la madre: “Me acorraló, me sacó de quicio, me enfrentó a lo más absoluto: amor, sacrificio, ternura, abandono. Me dislocó, me transformó. ¿Por qué no me lo había dicho nadie? ¿Por qué no se habla de eso?” , nos recuerda Bárbara. Arranca la película, en los créditos de inicio, con el sonido de una noche de placer (orgasmo incluido) y la inmediata imagen cenital de una joven en sus últimos meses de gestación. A partir de ahí, el recuerdo de cómo ha pasado, con el primer encuentro de la pareja. Y se nos presenta a Bárbara, estudiante de Filosofía, quien un día conoce a Nicolás, que trabaja en el videoclub que frecuenta. Los encuentros se repiten y el enamoramiento cuaja al hilo de un guiño cinéfilo, original y simpático arranque, en donde los mensajes entre los protagonistas proceden de las carátulas del videoclub alquiladas. Ella alquila la película Deseando amar (Wong Kar Wai, 2000), todo un icono visual y sonoro del slow love y, luego, Todo por un sueño (Gus Van Sant, 1995). En la siguiente ocasión, él le presenta Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 1966) y Las reglas del juego (Roger Avary, 2002), pero ella elige La gran ilusión (Jean Renoir, 1937). Más adelante, ella sigue entrando al videoclub, donde él le muestra Corazonada (Francis Ford Coppola, 1982) y El bazar de las sorpresas (Ernst Lubitsch, 1940), pero ella elige Los sueños (Akira Kurosawa e Ishirô Honda, 1990). Más adelante, él le enseña las carátulas de Solo un beso (Ken Loach, 2004) y Lee mis labios (Jacques Audiard, 2001), pero ella elige ¿Qué les pasa a los hombres? (Ken Kwapis, 2009). Él le muestra Sin perdón (Clint Eastwood, 1992), Crueldad intolerable (Joel y Ethan Coen, 2003)… hasta que ella elige Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002). Simplemente un comienzo de película que atrapa, a la vez que todo un guiño cinéfilo… A partir de ahí y con un ritmo dinámico, la cámara sigue esta carrera de maduración a partir de la paternidad/maternidad, y el guión acierta al tratar con intensidad dramática los momentos difíciles y, a la vez, oxigenarlos con momentos de felicidad y de humor inteligente. Y así, Rémi Bezançon nos pasea por la primera cita, el primer beso… y el primer hijo. Y los nueves meses que se prometían felices comienzan a narrarse como una carrera de fondo: • Las visitas al ginecólogo, las ecografías (y la emoción de oír sus latidos del corazón a través del Doppler), el querer conocer (o no) el sexo del feto, las primeras patadas, el sentir “que un alien vive dentro de ti” , los cambios hormonales, los cambios
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