CINE Y PEDIATRIA 5

158 publicado: sábado 26 de julio de 2014 Cine y Pediatría [237] parte… y entonces uno recuerda que era la hija mayor de George Clooney en Los descendientes , de Alexander Payne, 2011 [Cine y Pediatría 108]) se siente incómoda por la desmedida protección que sus padres (Laura Dern y Sam Trammell) ejercen sobre ella, hija única y enferma terminal. Quiere sentirse una chica normal de su edad, pero es difícil… hasta que conoce a Gus (Ansel Elgort), ese chico sin la pierna derecha por un cáncer óseo que le ha devuelto la ilusión, el valor de la amistad y del que acaba profundamente enamorada: “Gus, mi amor, no puedo decirte lo agradecida que estoy por nuestro pequeño infinito. Yo no lo cambiaría por nada del mundo. Me diste un para siempre dentro de los días contados, y te lo agradezco”. Los dos son amantes de la lectura y Gus le ha preparado una gran sorpresa: ir a Ámsterdam a conocer a su escritor favorito, Peter Van Houten (Willem Dafoe), que le ha devuelto la esperanza con un libro de autoayuda, “Un dolor imperial”, del que quieren conocer el final. Y es así como ese libro y ese personaje sorprendente aparece como un MacGuffin en la trama (quizás como la visita a la casa de Ana Frank). Y son las lúcidas apreciaciones de Hazel Grace todo un acierto, a través de la cual la película reparte (sin debatir) emociones y reflexiones sobre las constantes psicológicas, sociológicas y médicas del cáncer en nuestra sociedad de principios del siglo XXI y dónde encontrar la salvación de cada uno, el paciente o la familia . Porque estamos más bien en los dominios de Romeo y Julieta (Franco Zeffirelli, 1968), esos amores que no pueden llegar a buen puerto por culpa de un destino inclemente, donde las imposiciones sociales del siglo XVI son ahora sustituidas por la enfermedad metastatizante en el siglo XXI: “Gus, soy una granada. Algún día voy a estallar… y voy a acabar con todo a mi alcance. Y no quiero hacerte daño”.

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