CINE Y PEDIATRIA 5
188 publicado: sábado 13 de septiembre de 2014 Cine y Pediatría [244] Valérie Massadian, como directora (aprendiz de Michael Haeneke o de Andrei Tarkowsky), y Kelyna Lecomte, como niña protagonista (que no actriz), nos regalan esta comunión perfecta entre una cámara quieta y contemplativa y una niña autosuficiente y salvaje, creando un cuento casi antropológico donde prima el instinto y toda la rudeza de la situación se ablanda en los ojos de la niña. De hecho, la directora, en su “Carta a Kelyna” le dice: “esta película existe porque tú habitas donde yo me siento fuerte, en un pequeño pueblo donde la tierra se nos mete en las uñas y los hombres todavía se paran a mirar” , y nos comenta: “De la misma manera que no he impuesto ningún gesto, ni ninguna palabra a mi actriz, no puedo imponer un relato único al espectador. En cada proyección la gente construye una historia, y me siento orgullosa. Aunque mantenga en secreto mi relato, y Kelyna también, las dos o tres lecturas que hace la gente van siempre en buena dirección”. Nana es un cuento mágico y cruel , pues una tarde la niña, cuando vuelve del colegio, descubre la soledad de su hogar y tendrá que desenvolverse sola, explorando su temprana libertad mientras se adueña de su mundo. Porque Nana es el retrato de una niña y el seguimiento de su primer descubrimiento del mundo, en ese mundo que es la naturaleza y en una película que dispone un tono iniciático y que utiliza el bosque como espacio de indeterminación y de maduración , tal y como ocurre también en el cuento de Caperucita. Y en los espacios insondables del bosque, la cámara muestra un brusco tránsito en el ecuador del film, que marca casi una escisión
RkJQdWJsaXNoZXIy MTAwMjkz