CINE Y PEDIATRIA 5

244 publicado: sábado 13 de diciembre de 2014 Cine y Pediatría [257] escupe, se empuja entre sus amigos, todo con el fin poder demostrar su hombría; e incluso llega a enamorarse de “él” una chica de la pandilla. Y así pasa el verano, pero el final del mismo y la vuelta al colegio revelarán su inquietante secreto. Y es así como, aunque Laure/Mikael pertenece a una acomodada familia de clase media con unos padres preocupados y cariñosos, sin traumas freudianos por medio, tiene ese incipiente deseo y la necesidad de buscar su identidad sexual. Y para este complicado papel de Laurie/Mikael la directora encontró a la fascinante Zoé Héran. Y aliviada por haber encontrado a la actriz perfecta le pidió que se trajera a sus amigos del barrio y les contrató a todos para actuar. De esta forma, la pandilla dejó de jugar al fútbol delante del portal de su casa para hacerlo ante las cámaras de Sciamma. El tratamiento de la identidad sexual no es nuevo en el cine, y loables antecedentes preceden este trabajo . Películas como Trevor (Peggy Rajsk, 1994), Mi vida en rosa (Alain Berliner, 1997), Boys don’t cry (Kimberly Peirce, 1999), Like a virgin (Lee Hae-Joon, 2006), XXY (Lucía Puenzo, 2007 [Cine y Pediatría 15]) o El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009 [Cine y Pediatría 109]) son magníficos ejemplos aplicados en la infancia y adolescencia. Y, pese a lo complejo que pueda parecer este tema, Tomboy es una película totalmente blanca , donde se centra en el ambiente infantil y familiar, sin juicios de valor ni ataques viscerales, sin espacio para dolorosas consecuencias, con un razonamiento singular y claro, porque todo ocurre sin tener en cuenta las consabidas etiquetas que nos sitúan en el camino. Se trata de un aprendizaje de la vida, donde se da pie a la complicidad entre iguales. Tomboy es una película aparentemente banal, pero que plantean conflictos mayores con una historia

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