CINE Y PEDIATRIA 6
114 publicado: sábado 2 de mayo de 2015 Cine y Pediatría [277] emocionante y coherente. Gabriel Velázquez en su triple función de guionista, director y productor, insiste en fijar la atención en las personas y sus problemas cotidianos , subrayando con su peculiar cine minimalista y sin actores profesionales (solo la joven Emilie Preissac ha trabajado previamente en algún papel televisivo en su país), marca de fábrica, la necesidad de amar y ser amados que todos llevamos a cuestas. Minimalismo y ausencia de actores profesionales que roza la sensación de imperfección, pero que, sin duda, tiene la frescura de lo auténtico. Como en el resto de su trilogía, en las películas marca Velázquez destacan más los silencios que los diálogos, el verismo de sus pasajes y paisajes y la inteligente opción de prescindir de una banda sonora musical. Una película que es un tour de force de dos personas y de tres lugares de rodaje: Marsella, Vallecas y Salamanca. El director se enamoró de Marsella, una ciudad que solo conocía por el cine, pero que le atrapó como si fuera Robert Guediguian, el director que más ha retratado en la gran pantalla esta peculiar ciudad. Vallecas, un lugar mítico de Madrid, familiar, con sabor a barrio. Y Salamanca, la ciudad del director, que siempre retrata con amor su belleza, su cultura y sus gentes, su espíritu charro. Y para muestra esa declaración del jefe de Julio, en un momento de la película: “Tú sabes bien la ilusión que tenía yo de tener hijos…! ¡Y que nacieran en Salamanca!” (y a mí que me suena esta frase…). La imagen final de nuestra protagonista corriendo, con un primer plano de su cara y con el mar de fondo, nos recuerda que en temas de soledad y amor casi todos somos amateurs y muy pocos profesionales, independientemente de nuestra edad y lugar de origen. Y que es difícil poner límites a qué seríamos capaces de hacer cada uno de nosotros para combatir la soledad y alcanzar el afecto y el
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