CINE Y PEDIATRIA 6
18 para ellos, es su vida y aliciente. Continuando con el ejemplo de mi padre, ya en sus últimos meses de vida y siguiendo un tratamiento de quimioterapia para mitigar los efectos de un cáncer que avanzaba inexorablemente, revivía cuando entraba en el plató y el maquillaje había disimulado sus ojeras y las secuelas de la maldita enfermedad y oía la palabra mágica “se rueda” con el ruido de fondo de la claqueta. Siendo ya adulta, cuando tuve el inmenso honor de ocupar la dirección de RTVE, regresé a los estudios Bronson o a los estudios del Paseo de la Habana donde se grabaron cientos de “Estudio Uno” para televisión, y de alguna manera esa magia que sentía de pequeña y que curaba mis desasosiegos, mis enfados, se esfumó; sentí nostalgia, mucha nostalgia. Pero, a la vez, fui tremendamente consciente de que aquello que de pequeña me parecía mágico, inmenso, era ahora un espacio pequeño, lleno de enseres, de restos de otra época donde había multitud de títulos abandonados. No obstante esos títulos siguen viviendo en la memoria colectiva y de ahí que sean tan meritorios trabajos como el que hace Javier González de Dios, mirando al cine como una oportunidad para la humanización de la práctica clínica. Sus volúmenes están llenos de ejemplos de películas que nos ayudan a entender los problemas de la infancia y adolescencia o bien que están dirigidas a ese mismo público y a sus familias. Películas que enseñan la tolerancia, el respeto al otro, otras miradas ante el mismo problema, que nos enseñan también la crudeza de la vida y sus injusticias. En definitiva, que nos ayudan a ser mejores personas. Acabamos de asistir a la ceremonia de los Oscar de 2017, algo tortuosa por el fallo de la organización en la promulgación al Oscar a la Mejor Película y que dice mucho de esta época de la posverdad que estamos viviendo, pero los Oscar son la viva imagen de cómo los americanos se apropiaron del patrimonio del cine que no inventaron, aunque lo parezca, y construyeron una gran máquina de exportación cultural a los cinco continentes. Eso es así y nadie puede obviarlo, pero me gustaría en estas páginas reivindicar, como también lo hace Javier González de Dios en muchos de sus capítulos, nuestro cine, el cine en español, no importa de qué país sea pues nos une una misma lengua que compartimos más de quinientos millones de personas y uno de los idiomas que más cultura ha creado a lo largo de los tiempos, en la literatura, en la pintura y, por supuesto, también en el cine. Y aunque ahora el cine esté denostado por el maltrato que le infringen nuestros gobernantes y a pesar de ello, el cine en español, de España, de Argentina, de Colombia, de México… está cada día más fuerte, más boyante y deja oír su voz aquí y allá. La ventaja de ese cine en español es que versa sobre nuestra realidad más cercana y permite entender los asuntos de nuestra vida cotidiana, aunque no sean nuestra vida, la violencia audiovisual, los primeros amores de adolescencia y los embarazos no deseados, la
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