CINE Y PEDIATRIA 7

cine y pediatría 7 141 ofrecérselo como recompensa a los vencedores en las competiciones, junto con ramas trenzadas de olivo (y, originalmente, la rama no provenía de cualquier olivo, sino justamente del árbol sagrado de la Acrópolis, cuya historia está ligada a los orígenes de la cultura griega). Además, en época romana, la Bética fue la principal provincia productora de aceite de oliva durante los siglos de esplendor del imperio romano. Esta es una pequeña historia de la magia de un olivo, cuyo aspecto solemne y noble representaba lo que los hombres esperaban de una vida tranquila y serena. Y hoy la magia del olivo se conjuga con la magia de una actriz- directora madrileña: Iciar Bollaín. Ella debutó como actriz con tan solo quince años para ser la Estrella adolescente de esa obra de luz y poesía fílmica que nos regaló Víctor Erice con El sur (1983 [Cine y Pediatría 60]), pero también actuó en Malaventura (Manuel Gutiérrez Aragón, 1989), Sublet (Chus Gutiérrez, 1991), Tierra y libertad (Ken Loach, 1994) o Niño nadie (José Luis Borau, 1997), entre otras muchas. Y debutó como directora con tan solo 28 años en Hola, ¿estás sola? (1995), y hasta hoy ha dirigido un total de siete largometrajes, como la gran ganadora de los Goya de 2003, Te doy mis ojos , con un total de siete estatuillas, incluida la de mejor película. Y es precisamente su última película, la que lleva el título de El olivo, donde echa mano de una metáfora de la vida misma para mostrar el viaje emocional de su protagonista de las raíces del árbol a las raíces de su abuelo . Alma (Anna Castillo) es una joven de veinte años que trabaja en una granja de pollos en el interior de Castellón, rodeada por la naturaleza y con una sencilla vida que gravita más en torno a su abuelo que a sus padres. Su abuelo (Manuel Cucala) es la persona que más le importa en este mundo, cuyos recuerdos la transportan a la niñez que compartía con él entre juegos y risas, algunos muy simbólicos, junto a un olivo milenario de gran tronco y en cuya base simulaba la cara de un personaje de fábula. Un día, la familia deciden vender el olivo milenario en contra del abuelo, quien reconoce en él su propia memoria de la vida y las raíces familiares. Y les dice en su defensa: “El olivo es un árbol sagrado” . Pero no lo consigue y, tras vender el olivo, el abuelo deja de hablar y deja de querer vivir: “Silencio. Ese castigo ya me lo conozco yo” , le dicen sus hijos. Pero él sigue acudiendo al lugar que dejó el olivo, sentado allí

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