CINE Y PEDIATRIA 7

cine y pediatría 7 15 D esde que el doctor Javier González de Dios inició esta colección en el año 2010, ha tenido una difusión creciente y ahora alcanza un número mágico con su libro Cine y Pediatría 7 al que tengo la satisfacción de escribir este prólogo. No pretendo aumentar el valor indiscutible de su obra, sino dejar testimonio de que toda la Pediatría puede beneficiarse de este instrumento. Dado que otros colegas han ocupado en precedentes ocasiones esta tribuna con brillantes presentaciones, evitaré la referencia casi obligada al cambiante terreno de la medicina infantil, fruto de los progresos en el diagnóstico, la prevención y las diversas técnicas de tratamiento. Ofreceré, al autor con admiración y a los lectores con la enhorabuena por su elección, unas líneas basadas en retazos de mi experiencia clínica. Porque, como no es difícil de comprender, en una larga tarea asistiendo pacientes en la edad pediátrica es casi obligado encontrar algunos niños peculiares. Los niños sanos, que son la mayoría, se crían con pocos cuidados . Y aun estando enfermos , la mayor parte curan con facilidad sin dar mucha guerra, pues los niños son los mejores enfermos del mundo. Sin embargo, los habituales y dominantes trastornos infantiles banales, en mi caso, estuvieron desplazados por otros más complejos, raros y penosos. La huella dejada por aquellos niños fue tan profunda, persistió tanto tiempo y tuvo tantas repercusiones, que me tropecé con una realidad: ciertos niños se convirtieron en personajes inolvidables. Es más: algunos fueron también mis pequeños maestros, por el mensaje que desde su inocencia me transmitieron. Más de veinte acuden ahora a mi mente, de los que seleccionaré aquí un pequeño grupo, dejando el resto para otra eventual ocasión. Por una ley no escrita parece que los casos clínicos difíciles vienen a pares. Hace tiempo asistí dos casos de marcado retraso de crecimiento al mismo tiempo, y con un diagnóstico muy próximo. En el niño que asistí en el hospital el diagnóstico fue síndrome de Seckel, con su fisionomía peculiar de nariz puntiaguda. El otro no tenía la menor alteración “Niños de película’” Prólogo Desde el punto de vista de la Pediatría

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