CINE Y PEDIATRIA 7
186 publicado: sábado 30 de julio de 2016 Cine y Pediatría [342] Y así nació Mi amigo el gigante , que muchos comparan con el nuevo E.T. el extraterrestre (por cierto, estrenada el mismo año que Dahl escribiera este cuento que hoy nos reúne), debido a la amistad de un niño con un ser de otro mundo: en 1982 fue la amistad de un niño llamado Elliott y ese peculiar ser pequeño venido de otro planeta que es abandonado y busca “mi casa”; en 2016 es la amistad de una niña llamada Sofía y un gigante poco gigante para lo que se estila en su país. Pero lo cierto es que la película se parece mucho más a Peter Pan : tenemos un gigante que no crece como los demás (porque sigue una dieta vegetariana) y que duerme en un barco pirata; y una niña huérfana a la que se llevan al país de las nubes, donde descubre el mundo de los gigantes; y en ese país, ambos perseguirán sus sueños que, por cierto, tienen forma de luces que podrían ser hadas como Campanilla. Sea como sea, perfectamente Spielberg puede haber intentado sintetizar partes de E. T. y de Hook (1991 [Cine y Pediatría 206]), porque estas tres obras encierran un mundo infantil especial en la cinematografía de este Rey Midas que convierte en oro todo lo que toca, también los sueños de la infancia, quizás porque como él ha escrito (y confirmado), el padecer un síndrome de Asperger le hace atesorar una particular imaginación y dotes para su profesión , unidos a su más que posible síndrome de Peter Pan, el del adulto que no quiere crecer y que defiende la inocencia como una gran virtud. La historia nos sitúa en los años ochenta en Londres, aunque la ambientación de la ciudad sea casi dickensiana. Allí conocemos a la pequeña Sofía (magnífica Ruby Barnhill, omnipresente y bien presente siempre), una huérfana que vive en un orfanato, quien una noche descubre a un gigante llamado BFG (Mark Rylance, ya actor fetiche de Spielberg, aunque la idea inicial fue que fuera interpretado por Robin Williams) que se dedica a cazar sueños y a repartirlos entre los más desfavorecidos. Y así comienza: “Era la hora embrujada, cuando los monstruos deciden salir, cuando las personas desaparecen. Las niñas dicen que la hora de las brujas es a la medianoche. Yo creo que es a las tres de la mañana, cuando soy la única que aún está despierta. Como siempre. Como ahora”. Y en una de esas noches Sofía descubre al gigante, aunque ella relatara como un mantra: “Nunca te levantes de la cama. Nunca vayas a la
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