CINE Y PEDIATRIA 7

cine y pediatría 7 17 desvivían para acompañarlo y fue el punto de unión de dos pandillas de adolescentes muy enfrentadas en su ciudad, que lo adoptaron como líder y lo llevaban a sus fiestas. Falleció cumplidos los veinte años de forma repentina, por una insuficiencia cardiaca, sin abandonar su buen carácter y su sonrisa. Parecía decir que ante una discapacidad hay que mantener una actitud positiva para inventar recursos frente a la adversidad. Desde que nació el siguiente personaje, los padres estaban preocupados porque no tenía nada de pelo. Mientras la familia esperaba en vano la salida del cabello, otros datos fueron aumentando su inquietud: la cabeza era grande, el niño crecía poco, la fontanela tardaba en cerrarse y las venas en la superficie del cráneo eran muy visibles y tortuosa, de manera que a los siete años los síntomas eran muy expresivos: presentaba una actitud corporal inclinada, un engrosamiento de las articulaciones, inseguridad al caminar, la dentadura incompleta, la escasez de cejas y pestañas. En verdad no tuve demasiada dificultad para detectar un envejecimiento precoz. Síndromes en los que el niño sufre una senectud prematura son más de uno y se acompañan de otras perturbaciones que orientan sobre su origen. En este pequeño únicamente se añadió una colesterolemia elevada y la deformidad de las caderas en coxa vara. En suma, el diagnóstico fue de progeria, y el envejecimiento no era solo una apariencia curiosa, sino un trastorno generalizado, incluida la arterioesclerosis con enfermedad coronaria, causa principal de su muerte prematura. Ahora es conocido el gen implicado en la progeria, dando pie a una terapia génica del futuro, siendo un modelo humano para el estudio de algo que interesa a todos: el envejecimiento. Habría que cuidar a los niños pensando que con el tiempo serán viejos. Para terminar, una tarde, en mi actividad de inspector médico escolar, me llamó la atención una adolescente. Tendría unos doce años y destacaba por una estatura alta, mientras el informe de la maestra indicaba que su rendimiento escolar era bajo. Sin duda era la más alta de su clase. Tenía el cabello rubio, liso y largo, y la piel pálida con chapetas rojas en las mejillas. Como además llevaba puesto aquel día un jersey de lana de vivos colores, aquella chica ofrecía un cierto aire nórdico, quizás inducido porque entonces se pensaba mucho en las suecas. Sin embargo, cuando hablé con ella me dijo que su familia era de aquel barrio de toda la vida y muerta de risa exclamó “las niñas me dicen la sueca” . Convencimos a la joven y a su familia para ampliar el estudio. Descartada

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