CINE Y PEDIATRIA 7
250 publicado: sábado 29 de octubre de 2016 Cine y Pediatría [355] “Mi limón, mi limonero” de Henry Stephen; pero esta situación generará un enfrentamiento con Marta (Samantha Castillo), su madre. Porque Junior ha comenzado a explorar su sexualidad y su madre es incapaz de entender que lo que se propone es simplemente jugar a lucir como un cantante en una foto que le han pedido que se tome para el colegio. Y eso es lo que causa el rechazo y falta de amor entre ambos, porque mientras Junior juega a inventarse una identidad y busca verse bello para que su mamá lo quiera, ella lo rechaza cada vez más. La cámara nos introduce en un espacio muy privado y en un entorno muy íntimo y viciado, el de la relación entre una madre y su hijo y las tensiones que se establecen entre ellos. Junior es demasiado sensible y quiere ser cantante y tener el pelo liso (siempre queremos lo que no tenemos, rizar nuestro pelo liso o alisar nuestro pelo rizado). Se acicala frente al espejo y se pasa horas mirándose, queriendo ser guapo e intentando quitarse los rizos (para ello ve vídeos y lo intenta con todo lo que oye: mayonesa, aceite…). Su madre no puede concebir este comportamiento y siente un rechazo visceral hacia él y hacia lo que ella interpreta como una potencial homosexualidad . Y cuando la madre le pregunta al médico si su hijo es maricón, el médico le sugiere que pase más tiempo con su hijo. Porque los lazos de amor-odio que se van perfilando a lo largo de la narración cada vez se harán más tempestuosos, hasta generar incluso rechazo en el espectador. Aunque ella reflexiona en alto aquello de “Yo les tengo que dar ejemplo, para que puedan aprender” , su ejemplo no es el deseado. Además de plasmar de una manera incómoda esta relación materno-filial, Pelo malo también constituye una demoledora visión en torno a la sociedad venezolana. El fantasma de la decadencia social y económica acechan en cada esquina y son muchos los personajes dentro del relato que se comportan de una manera miserable, quizás como reflejo de una situación con pocas expectativas, gris, monótona y desesperanzada. En Venezuela la película se destaca por su tratamiento de la cuestión de la identidad sexual , un tema que en el cine nacional tiene su más importante antecedente en Oriana (Fina Torres, 1985) o recientemente en Azul y no tan
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