CINE Y PEDIATRIA 7
cine y pediatría 7 263 y otro con el padre, y que nos acerca a la indisolubilidad espiritual de la familia. Luego vino De tal padre, tal hijo (2013 [Cine y Pediatría 208]), que nos enfrentaba a dos preguntas: ¿quién es nuestro verdadero hijo… alguien con el que pasamos todo nuestro tiempo o alguien con el que compartimos la sangre?, o lo que es lo mismo, ¿qué es más importante, la genética o la educación, nature or nurture ? Y recientemente comentamos su penúltima obra, bajo el título de Nuestra hermana pequeña (2015 [Cine y Pediatría 325]), una profunda reflexión sobre cómo madurar sin la figura de los padres, y hacerlo en un hogar que es un espacio de supervivencia libre de resentimientos. Como vemos, es Hirozaku Koreeda un director enamorado de la familia y de su repercusión en los hijos, con la familia y la infancia como campo de exploración y aprendizaje sentimental. Y así lo hace de nuevo con su última película, Después de la tormenta (2016), que hoy nos reúne, y como también lo hizo en una de sus primeras cintas, aquella con la que fue conocido en el séptimo arte y que le dio pasaporte a la fama, Nadie sabe (2004), una película definida como un brutal relato de supervivencia contado a vista de niño, y sobre la que profundizaremos en breve para cerrar esta pentalogía tan especial. Y aquí llega el mejor Hirozaku Koreeda en Después de la tormenta con la responsabilidad de la paternidad, el valor de la familia, y el peso de los abuelos en la familia y el valor de los hijos, temas gravitatorios para su particular tifón y su posterior calma. La familia, ese infinito y delicado ecosistema producto de relaciones entre abuelos, padres e hijos (y también tíos y primos). Porque en sucesiva entrevistas ya nos deja claro el director que muchos de estos temas proceden de la propia
RkJQdWJsaXNoZXIy MTAwMjkz