CINE Y PEDIATRIA 7

cine y pediatría 7 25 interpretar y expresar los entresijos de la psique humana. Por ejemplo, los grandes escritores de la literatura universal; a quienes en el siglo XX vinieron a sumarse dos formas muy visuales de narrar historias: por un lado, la novela gráfica, en forma de historieta con sucesión de viñetas; por otro, el cinematógrafo de los hermanos Lumière, hoy ya convertido en séptimo arte. Si un psiquiatra, pongamos por caso –y me alejo adrede del campo pediátrico que aborda Javier González de Dios en la colección Cine y Pediatría–; si un psiquiatra, digo, me pidiera recomendación sobre lecturas útiles, podría aconsejarle alguno de los dramas de William Shakespeare: “El rey Lear”, “Hamlet”, “Otelo”, “Macbeth”, “Ricardo III”, “El mercader de Venecia”, con personajes rayanos en los límites de la Psiquiatría, cuando no francamente patológicos. O “El pabellón n.º 6”, del médico y escritor ruso Antón Chéjov. El pabellón que da título a esta novela corta, en un hospital perdido de provincias, frío, sucio e infecto de finales del siglo XIX, está ocupado por cinco enfermos mentales, olvidados por todos y a quienes el enfermero Nikita trata brutalmente. Un día, el médico Andréi Efímich Raguin entra en el pabellón n.º 6 y charla con uno de los locos; desde ese momento, la vida de Andréi experimentará un cambio radical. También en la literatura española, por supuesto: “El doctor inverosímil” (1921) es una deliciosa obrita –inclasificable e insólita, como no podía ser menos tratándose del igualmente insólito Ramón Gómez de la Serna– integrada por breves relatos independientes de marcado carácter psicosomático, en los que su protagonista, el doctor inverosímil, resuelve del modo más peculiar una serie de extraños casos clínicos. Más recientemente, en los años setenta, Torcuato Luca de Tena ingresó de incógnito en un hospital psiquiátrico de provincias, y permaneció allí internado casi tres semanas para poder escribir su novela “Los renglones torcidos de Dios”. Su protagonista, Alice, ingresa con el diagnóstico de paranoia en un manicomio de Zamora, pero tanto los médicos del centro como el lector pronto dudan del diagnóstico: ¿está realmente enferma o se trata de una inteligente detective que simula la paranoia para investigar un asesinato cometido hace algún tiempo? A medio camino entre la literatura escrita, las artes plásticas y la narración visual está la novela gráfica, decía antes. Y pienso, por ejemplo, en la magistral y multipremiada “Rides” (“Arrugas”, 2007), donde Paco Roca retrata con enorme sensibilidad y de forma intimista el pulso terrible del enfermo de Alzheimer por conservar la memoria, y lo hace con preciosas metáforas visuales ambientadas en una residencia de ancianos de nuestros días; en “María y yo” (2007), libro catártico donde el dibujante Miguel Gallardo arroja una mirada delicada, sensible y divertida sobre la vida cotidiana de su hija

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