CINE Y PEDIATRIA 7

cine y pediatría 7 277 Pediatría 249]), la sencilla historia de una vida, una hermosa reflexión sobre el paso del tiempo, sobre el apego a la tierra, a las raíces, sobre la vida rural, sobre la desnudez de los sentimientos del ser humano, desde una sensibilidad natural y naturalista, tan sencilla como bella. Pero no defraudó con su segunda película, 27 horas (1986), película producida por Elías Querejeta, una crónica desolada sobre la juventud vasca de los ochenta. De hecho, es la película vasca más taquillera de la segunda mitad de los ochenta y logró la Concha de Plata del Festival de San Sebastián. Luego vendrían Historias del Kronen (1994 [Cine y Pediatría 301]), la rebeldía y ansias de libertad de la generación X española, Secretos del corazón (1997 [Cine y Pediatría 311]), aquellos maravillosos secretos de familia en la mirada de un niño y No tengas miedo (2001 [Cine y Pediatría 71]), una inteligente denuncia sobre el abuso sexual infantil. Y lo que en Tasio fue una historia rural, aquí en 27 horas es una historia urbana. Todo comienza con un largo travelling desde el mar a la Bahía de la Concha (entre el monte Igueldo y el monte Urgull, con la Isla Santa Clara en el medio), a la Playa de la Concha y al Paseo de la Concha con su famosa barandilla blanca, y allí la cámara se dirige a un reloj en una columna del paseo que marca las siete de la madrugada. En ese momento suena el despertador de un joven e intuimos que algo va a pasar en la vida de Jon (Martxelo Rubio) en las próximas veintisiete horas. Un inicio que es toda una entrada triunfal para pasearnos por la vida de Jon y por la vida de una San Sebastián húmeda y permanentemente gris durante veintisiete horas, una ciudad tan gris como las expectativas vitales de los protagonistas. Jon

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