CINE Y PEDIATRIA 7
26 María, autista; o en “Una posibilidad entre mil” (2011), donde Cristina Durán y Miguel Ángel Giner ilustran en primera persona el temor, la incertidumbre, la desolación y el vivo sufrimiento de unos padres primerizos ante el diagnóstico infausto de parálisis cerebral infantil. También el cine, por supuesto, nos ha dejado en los cien últimos años innumerables obras maestras en torno al fascinante mundo de la locura, la Psiquiatría, las enfermedades mentales y los enigmas de la mente humana: Psycho ( Psicosis , 1960), por ejemplo, con su atrayente mezcla de sexo, locura y asesinato, está hoy considerado como el primer thriller psicoanalítico. Pero el cinematógrafo se sintió fascinado por la psicopatología y los trastornos mentales desde sus mismísimos albores, como demuestra la cinta muda Das Kabinett des Doktor Caligari (1919). La historia del cine, de hecho, daría para redactar un verdadero manual de Psiquiatría. Pienso, por ejemplo, en los manicomios de The Snake Pit ( Nido de víboras , 1948), The Cobweb ( La tela de araña , 1955), Shock Corridor ( Corredor sin retorno , 1962), One Flew Over the Cuckoo’s Nest ( Alguien voló sobre el nido del cuco , 1975) o Shutter Island (2010); en la importancia del psicoanálisis freudiano para la trama de Spellbound (Recuerda, 1945), o en la representación del trastorno de identidad disociativo en David and Lisa (1962), de la paranoia en Repulsion (1965), de la depresión en Ordinary People ( Gente corriente , 1980), del autismo en Rain Man (1988), del retraso mental en Forrest Gump (1994), del psicópata asesino en Seven (1995), del trastorno obsesivo compulsivo en As Good as It Gets ( Mejor imposible , 1997), de la amnesia anterógrada en Memento (2000) o de la esquizofrenia en la oscarizada A Beautiful Mind ( Una mente maravillosa , 2001), con una pareja protagonista –Russell Crowe y Jennifer Connelly– en auténtico estado de gracia. ¿Qué aportan estos largometrajes que uno no pueda encontrar en los tratados de Psiquiatría o aprender en las aulas universitarias? González de Dios lo pone bien de manifiesto –unas veces de forma más diáfana o abierta, otras de forma más velada o sutil– en las fichas filmográficas que componen estos libros. A diferencia de lo que sucede en los tratados de Medicina, el cine –como la literatura– rara vez se ocupa de las enfermedades en general, como categorías o entidades nosológicas abstractas, sino que repara en las personas: en enfermos concretos, con
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