CINE Y PEDIATRIA 7
cine y pediatría 7 37 Mr. Chips , en sus dos versiones, la de San Wood de 1939 y la de Herbert Ross de 1969), John Keating ( El club de los poetas muertos , Peter Weir, 1989 [Cine y Pediatría 248]), Clément Mathieu ( Los chicos del coro , Christophe Barratier, 2004 [Cine y Pediatría 259]) y George Bailey ( Qué bello es vivir , Fran Capra, 1946 [Cine y Pediatría 51]), esta última película paradigmática en época de Navidad. La profesión de maestro difícilmente supone el salto a la fama para quienes la ejercen, más bien es una labor oscura y callada , cuyos frutos se notan al cabo del tiempo en las personas a las que el profesor ha formado. Exige tener vocación por esta labor , y no simplemente el deseo de tener un puesto de trabajo estable y que pueda permitir disfrutar de cierto tiempo libre. Algo así es lo que buscaba Glen Holland al principio de la película, una vida estable tras diez años de pianista de clubs nocturnos, hacer su trabajo lo mejor posible, ganar dinero y escapar al finalizar las clases para poder componer música (y también para combinar su trabajo con el de profesor de autoescuela). La propia directora del instituto, Helen Jacobs (Olympia Dukakis) le llamará la atención: “Un maestro no solo debe transmitir conocimientos, sino orientar vocaciones, despertar interés en sus alumnos” . Su disgusto inicial lo subrayan las conversaciones con su mujer al volver a casa: “Odio la enseñanza, la odio. Nadie podría enseñar a esos chicos” o “A mí me han dado 32 niños durmiendo con los ojos abiertos” , quejas que surgen ante la incapacidad inicial de sus alumnos de tocar bien algún instrumento musical. Pero la situación cambiará cuando Glen se entere de que su mujer Iris (Glenne Headly) está embarazada. Aunque trastoca sus planes, le confiesa a su esposa: “Tú me dices que vamos a tener un hijo. Y yo te digo que eso es como enamorarse de John Coltrane otra vez” .
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