CINE Y PEDIATRIA 8

cine y pediatría 8 157 protagonista: “El sol estaba bajo el signo de Virgo. Neptuno entraba en la X Mansión Celeste y Oskar nació marcado por el portento y el engaño” . Pero desde el momento en que Oskar sale del vientre materno experimenta un terrible deseo de volver dentro, deseo truncado por el corte del cordón umbilical que le vinculaba a su madre, quien le promete un regalo en la cuna de nacimiento: “El día que nuestro Oskar cumpla tres años le compraremos un tambor de hojalata”. Y él pensó: “Solo la promesa del tambor de hojalata me impidió expresar con más fuerza el deseo de volver de nuevo a mi posición cefálica embrionaria. Por otra parte, la matrona me había cortado el cordón umbilical, así que ya no había nada que hacer. Solo me quedaba dominar mi impaciencia y esperar la llegada de mi tercer cumpleaños”. Una vez conseguido su tambor, Oskar decidirá poner fin a su crecimiento a esa edad, como rechazo a las reacciones de los adultos en su familia: “Aquel día medité sobre el mundo de los adultos y sobre mi propio futuro, y decidí poner punto final. Desde ahora, no crecería ni un dedo más. Sería para siempre un niño de tres años, un gnomo”. La época por la que discurre la historia contempla el panorama polaco-alemán desde 1899 hasta 1945 . Un periodo de tiempo en el que los cuadros de Beethoven son sustituidos por los de Hitler, los jugueteros judíos piensan en emigrar o en la que Alemania se convirtió en la enemiga del mundo, según el propio pensamiento de nuestro Oskar: “Había una vez un pueblo crédulo que creía en Papá Noel, pero Papá Noel en realidad era un ogro”. La obra goza de tal número de símbolos, metáforas y alegorías que son necesarios más de un visionado para poder comprender del todo la magnitud intelectual que atesora. Oskar se niega a pertenecer a un mundo donde imperan las mentiras y las apariencias, comenzando por su familia: su madre ama a un judío polaco, pero se casa con un oficial alemán. El tambor como símbolo de la juventud que no quiere perder y también junto a su grito vitricida, arma que denuncia todo cuanto se le pone en el camino: “Así descubrí que mi voz al gritar alcanzaba un tono tan alto que ya nadie se atrevería a quitarme mi tambor… Cuando me quitaban el tambor yo gritaba. Y cuando gritaba se rompían las cosas más valiosas”.

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