De la ternura tambien se sale. 2ª edición

[ 212 ] Epílogo, ¿qué más puedo pedir? Sólo, si algo me faltaba, en aquella tarde desapacible, era que me regalases tu deseo de posar y pedirme que te pinte, trasladando al papel las líneas de tu cuerpo que conozco, palmo a palmo, en sus texturas, en sus luces, en sus sombras, en sus curvas, en su olor inconfundible... Fui el mendigo más feliz de la ciudad. Volver a tu casa para vivir la emoción del regalo de sentirme el elegido. La primera vez me abriste la puerta, con un abrigo sobrepuesto, que dejaste caer al cerrarla, mostrando, impensable, una falda escasa y una sutil blusa luciendo el cuerpo descubierto. Al volver de tu viaje con una colección de prendas únicas,

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