TODAS LAS FORMAS DE DECIR TU NOMBRE

[ 12 ] [ 13 ] En ese tiempo también cayó en mis manos El cumpleaños de Juan Ángel, de nuestro amado Mario Benedetti, de quien guardo una foto que le hice en un café, ya extinto, de Ma- drid, en la plaza del Callao, mientras me insinuaba la nece- sidad de no llamar extranjero a nadie porque hubiera naci- do lejos (como le ocurría a él). En su libro se leían cosas que también creíamos revolucionarias como “solo hay algo más sabroso que hacer el amor en una noche fresca del verano y es hacer el amor en una tarde calurosa del invierno”. Al poco llegó Palabras para Julia y un pelín más allá a bocaja- rro alguien leyó en mi cara “Si pierdes la mañana, pierdes el día, quien pierde la juventud, perdió la vida” (mucho más hermoso el verso en galego, qué duda cabe: “Se perdes a mañán, perdes o día, quen perde a mocedá, perdeu a vida”), de un tipo que resultó llamarse Celso Emilio Ferreiro y que era gallego, como Daniel Sánchez, gallego de cualquier lado, incluso debemos entender que de Galicia. Muy pronto cayó también entre nosotros Leopoldo María Panero, el que siempre nos quería matar mañana cuando la luna salga y el primer somormujo le dijera su palabra. Y nos dejábamos pasear casi de la mano, como se lleva a los niños, de José Hierro para que nos transmitiera su desarraigo o sus ilusiones de que un día los poetas pudieran llenar los cam- pos de fútbol leyendo sus poemas. O nos atrevíamos a to- mar un vino rojo e imberbe con Claudio Rodríguez por las tabernuchas de la calle madrileña de Claudio Coello para que nos contara la forma que tienen de amarse la bellota y la sombra de una encina. Y llegaron al mismo tiempo de aquí y de por allá, de unos y de otros, las palabras de Rosa- lía, de Violeta, de Gabriela o incluso, queriendo ver a una monja libertina o libertaria, de Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Y a qué viene esto?; pues a nada. Pero así comenzó todo, con la búsqueda alocada de los poetas, todos malditos, ni uno salvable, irremediablemente perdidos y afortunada- mente sin razón alguna. Hemos necesitado alimentarnos de ellos para chuparles las letras, las emociones, las rarezas y los sentimientos, usándolos para revolver nuestras esencias o para tratar cada día de encontrar el sentido a esa cosa que llamamos vida. La red Resulta que me escribe Daniel Sánchez por facebook , qué ocurrencias, invitándome a que me pegue un tiro escribien- do un prólogo para su poemario de hermosísimo título to- das las formas de decir tu nombre . Lo que hay que ver, siempre en la vanguardia. De inmediato acepto el reto, in- cluso a sabiendas de que, como corresponde a los de nuestra condición, me salga el tiro por la culata. Algo parecido a como ocurría con los viejos fusiles que el amigo Stalin en- vió a los resistentes españoles para defender la II República y que, como me contó más de un usuario superviviente, disparaban para atrás, como queriendo realmente hacerle un favor al enemigo.

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