TODAS LAS FORMAS DE DECIR TU NOMBRE

[ 14 ] [ 15 ] Y de armas va la cosa. Quizá una de esas armas formaba parte del arsenal que el Comandante Sánchez (Daniel) te- nía que ir a recoger, previo salvoconducto, para nada más y nada menos que hacer La Revolución, a una callejuela de la ciudad de Alcorcón, entonces pueblo del sur de Madrid que galopaba hacia la Ciudad Dormitorio. Allí, algún dirigente clandestino del falansterio anarquista dirigido por Gregorio Pérez, reconocido en la pantalla como Grégori Per, debía hacerle entrega de un legado que, a la postre, ha pasado a formar parte de nuestros sueños, de las ilusiones de un mundo diferente y de las ganas indomables de querer cam- biar siempre las cosas; aunque solo sean de lugar. Hace siglos Daniel Sánchez me enviaba las cartas lacradas, ninguna de ellas vacía, como hubiera sido de desear, pues ya en sí las solas palabras de los nombres eran arte. Ahora nos lo ilustra por las redes, tal vez una forma más de lo mismo, por lo que estamos atentos cada mañana o cada noche para que, en definitiva, nos siga enviando el beso que necesita- mos, como hizo siempre. Queriendo o sin querer, no hace otra cosa que recordarnos que anda por ahí, trasegando con palabras a la imaginaria luz de una vela, lanzándonos dardos de amor con frecuencia, pero otras arrojando bombas de mano al vacío para que, tras la explosión, nos saquen de la atonía y no perdamos la cuenta de que el mundo no es lo que quisiéramos y la injusticia nos la encontraremos cada día, como el cariño o el odio, a la vuelta de la esquina. Con los años que han transcurrido desde entonces, he llega- do a la conclusión de que durante décadas, Daniel Sánchez y el que abajo suscribe, aunque hablábamos de las cosas más dispares, creo que estábamos únicamente hablando de poesía. Nos engañábamos, cierto es, pensando que dejába- mos pasar el tiempo hablando de cualquier cosa. La poesía, ese asunto que, junto a la música, sea quizá lo más gran- dioso que quede del ser humano cuando se extinga. Otros pensarán que sea el iPhone XXIII, incluso los más rancios insinuarán que sea el Cetme y su ideología, pero serán ideas de los otros seres humanos, no las nuestras. Nosotros Conocí a Daniel al mismo tiempo de varias maneras. Di- gamos de varios mundos. Uno especialmente imborrable, pues siempre podremos decir que quisimos o nos quisieron las mismas personas, aunque fuera en tiempos sobrepuestos. Eran los momentos en los que empezábamos a tejer la gran tela de araña de lazos basados en la amistad, la afinidad, el apoyo mutuo o en el cariño necesario que creíamos que no desaparecerían nunca y que eran imprescindibles para man- tenernos vivos; por ello, cada mujer, cada hombre que se acercara a nuestras vidas lo atrapábamos y lo blindábamos como si fueran un tesoro o un talismán que nos sirvieran como marcapasos para no caer en la agonía. Como remedio milagroso, cada esquina la convertíamos con frecuencia en una esquina más para los besos.

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