TODAS LAS FORMAS DE DECIR TU NOMBRE

[ 18 ] [ 19 ] conocible, donde me dejó enamorado para siempre con la historia del citado Grégori Per. Quizá me dijo, escríbela, pero nada, por ahí están las cosas, viajando con templanza dentro de las cabezas sin querer darles vida porque es quizá mucho mejor dejarlas atrapadas en la nebulosa etérea de los sueños. Este ya mítico y resistente antifranquista y guerri- llero anarquista Grégori Per (Gregorio Pérez, para servirnos en la cruda realidad) nos ha acompañado toda la vida y lo hemos reinterpretado cada cual a nuestro antojo, lejos ya de lo que nos contara Daniel, el único que lo conoció. Qué duda cabe que hubiéramos querido ser siempre soñadores Grégoris Per y no Gregorios Pérez. Un poco tiempo después Daniel Sánchez se convirtió en mi impresor necesario, mientras yo quería llegar a ser editor y me atreví a sacar con otros cuatro desquiciados la revista de poesía y rarezas llamada Brisa, que nos dio soplos de alegría pero que pasó por nuestras vidas más rápida que los hura- canes con los que nos asusta la televisión; eso sí, dejando tal poso que siempre tenemos que emocionarnos cuando alguien, en este mundo que nos tiene rodeados, se aventura con un nuevo libro de poesía. Finalmente Daniel fue el que acabó siendo editor y, para colmo, él fue el que nos superó como escritores. En la misma época me convertí un poco en su periodista de confianza de todas las trastadas en las que se empeñaba y disfruté con todas, quizá especialmente siendo corresponsal de guerra en las hemerotecas y catacumbas de la Biblioteca Nacional del Paseo de Recoletos de Madrid, buscando las hojas sueltas que faltaban de un libro sin el que Daniel Sán- chez no podía dormir, tal vez ni vivir. Para descubrir grata- mente que el hombre no es hombre y el autor resulta ser, como casi siempre, una mujer obligada, para poder escribir, a disfrazarse de hombre. Desde donde partimos hasta aquí hay un trecho largo; tan largo como los surcos increíblemente derechos en los cam- pos amplios de la Castilla plana que se pierden en el hori- zonte, donde se cruzan con otros surcos que, a su vez, se acaban donde debe habitar el infinito. De la misma manera, los miles y miles de renglones que hemos ido escribiendo y cruzando para abonar nuestras vidas creo que donde mejor se concentran es siempre en la poesía. Por ello es una sa- tisfacción poder acompañar el nuevo poemario de Daniel Sánchez, haciendo de telonero a un poeta que parecía te- nernos engañados porque, como de repente, apareció con un libro de poesía cocinado debajo del brazo. Y no es por- que los amigos tengamos irremediablemente que amarnos, pero yo no fui de los que se sorprendió: era la evolución natural de las cosas. Sus poemas Por ello, gozante de sus palabras y sus versos, ni siquiera voy a escribir bien de su nuevo poemario ni de su poesía. Pero sí de amor, de amor a las palabras, de amor al silencio, de

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