TODAS LAS FORMAS DE DECIR TU NOMBRE

[ 20 ] [ 21 ] amor a la mirada, de amor a que mañana amanezcamos un poquito medio normal. Y de olor a esa droga nauseabunda y descabelladamente mortal como es el olor a libro, el sabor (sic) a tinta pues cuando hablábamos parecía que nos que- ríamos comer las palabras, las letras escritas sobre el papel, que era la particular manera que teníamos de querer comer- nos el mundo. El amor a esto nos llegó, sin duda, por tiem- pos y caminos diferentes, quizá a él desde el extremo más furibundo de La Galia, desde más allá del Final de la Tierra, y a mí, de un lugar más mundano hoy extinto, como era la calle de Matilde Hernández del barrio de Carabanchel de Madrid donde, aprendiz de impresor y de encuadernador en una de las infinitas imprentas de la ciudad, quedé embo- bado para siempre de unos tipos raros que llamábamos de imprenta y con los que se puede llegar a componer penta- gramas de palabras como ocurre cuando se escribe (y luego se lee) poesía. Quizá le conté a Daniel Sánchez mil veces que yo quería ar- marme de bolígrafo y papel para pasarme la vida contando historias, contando casi seguro las historias de los otros, o contando la misma historia de mi vida, de cuando empiezas a huir, sin saber aún hoy hacia dónde. Y como hemos sido una banda, una maraña de soledades que se superan y trans- forman cuando se ponen a hacer cosas en común, yo le pre- senté a escritores, a poetas y él me devolvió el regalo como editor en forma de hermosos libros. Luego los conocidos, ajenos ya a mí, se convirtieron en lobos de la misma cama- da, algo que da satisfacción comprobar que siguen siendo lobos y que siguen siendo camada. Puede que por todo esto insista en que yo estoy también de alguna manera en su origen de escritor, en su principio de poeta. El robo de los cuentos Habiendo salido de Galicia, que considerábamos al inicio de nuestra inmadurez un territorio aún no conquistado, por lo que, sin remedio, tenía que convertirse en lugar abo- nado para los sueños, Daniel Sánchez tenía el don de cau- tivarnos a todos y lo utilizábamos para que nos enseñara otros mundos que desconocíamos. Fue así como, de mane- ra natural, Daniel pasó a ser nuestro contador de historias; imagino que muy aburrido de que los demás no hiciéramos nada con ellas nos las muestra ahora, para nuestra satisfac- ción, desmenuzadas en sus libros. Contradiciendo un poco al querido León Felipe, le animaremos a que continúe en la tarea, pues sigue sin importarnos que nos duerman con cuentos. Como los que seguimos esperando cuando nos conectamos a las redes a rebuscar lo que anda por ahí y donde deseamos que nunca falte la píldora diaria de Daniel Sánchez. El amor (como la lucha por la dignidad) no es nunca el pasado, sino el mañana, entre otras cosas para que Daniel Sánchez nos vuelva a decir con nuevas palabras que aún tiene muchas más formas de decir nuestro nombre. Quizá es una declara- ción de amor a todos los que lo leemos, mientras sentimos

RkJQdWJsaXNoZXIy MTAwMjkz