TODAS LAS FORMAS DE DECIR TU NOMBRE
[ 22 ] dolor de la maldad e injusticia del mundo, pero, por contra, no desesperamos porque deseamos poder querer y abrazar a alguien hasta la muerte, aunque solo sea a cambio de la revuelta permanente de una mirada. Me atrevo con una definición: la poesía, como pensamos los que hablamos bajo y, para colmo, nos hemos cansado de oír, es sorda. Y no me obliguen a explicarles esta cuestión, qué he querido decir con esto. Será en el siguiente due- lo que me plantee uno de mis personajes literarios, Daniel Sánchez, padrinos y una larga noche de silencios mediante. Como queda un tanto raro este final, mejor acabar diciendo que seguimos esperando a confortarnos con el río de pala- bras mantenidas con las que nos conmueven o ensucian los poetas, para que a veces nos saquen –pero las más nos me- tan– en una mayor confusión; procurando que nos sirvan al menos para horadar el muro con el que nos topamos cada mañana al despertarnos. Bueno, menos da una piedra, que quizá es lo que quiso decir Vicente Huidobro quedándose tan pancho cuando escribió en Relatividad de la primavera “Nada se puede hacer contra los atardeceres de mayo”. Manuel G. Blázquez
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