Patología Neurológica Infantil. Guía para profesores

102 ¿Cómo ha influido esta pandemia en el neurodesarrollo de los niños? La pandemia por COVID-19 ha alterado todos los modos de vida de nuestra sociedad, siendo especialmente vulnerables los niños y adolescentes. El confinamiento y las medidas de distanciamiento social han supuesto un cambio radical en los hábitos de vida de la infancia, principalmente con el cierre de las escuelas y la limitación de las relaciones sociales y de la actividad física en el exterior. La escuela, además de la formación académica, desempeña una labor imprescindible en la socialización de niños. La supresión de la escolarización presencial y el ocio fuera del domicilio han limitado mucho las interacciones con iguales, y dado que en la primera infancia el aprendizaje se produce sobre todo por imitación y requiere de un alto grado de interacción interpersonal, se ha visto mermado en todos los sentidos. Además, la educación on-line no puede cubrir las necesidades infantiles de regulación emocional, desarrollo de habilidades sociales e interiorización de reglas y normas. Por otro lado, el empleo adecuado de las redes sociales ha ayudado a mitigar la sensación de soledad en los menores de edad y ayudarles a mantener sus relaciones sociales y las clases a distancia. No obstante, la pandemia ha puesto de manifiesto la llamada “brecha digital”, esto es, la limitación de muchas familias sin medios económicos o sin los conocimientos tecnológicos suficientes de poder garantizar el acceso de sus hijos a la educación. Además, el distanciamiento social ha reducido el contacto físico, lo que junto al uso de la mascarilla nos priva a todos de una parte esencial de la comunicación no verbal. El impacto de esta falta o dificultad de mostrar la empatía es aún mayor en los niños más pequeños y en aquellos en los que el lenguaje verbal está aún en desarrollo y que se apoyan en la comunicación por gestos. LA pandemia ha tenido especial impacto en la evolución y el pronóstico de algunos trastornos neuropsiquiátricos, como es el caso de niños con TEA, en los que la alteración de rutinas y la imposibilidad de salir al exterior han exacerbado las alteraciones de conducta preexistentes. Por ello, en España, durante la fase de confinamiento estricto, se permitió de manera excepcional a los menores de edad con diagnóstico de TEA y alteraciones de conducta salir al exterior, dada la evidencia existente de los beneficios positivos del ejercicio físico en el manejo de las alteraciones conductuales en este trastorno. Por todo esto, no podemos concluir que el coronavirus sea una entidad benigna o insignificante en la edad pediátrica, ya que desconocemos las consecuencias y secuelas neuropsiquiátricas a largo plazo. En niños con trastornos del neurodesarrollo los desafías son aún mayores. A medida que la comunidad científica tenga más datos, se irán modificando las recomendaciones en relación con los niños con y sin enfermedad neurológica previa que presenten COVID agudo o alguna de sus complicaciones.

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