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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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riesgos. Al mismo tiempo, el estado de bienes-

tar está basado en la estratificación social y sue-

le premiar a los que consiguen un buen trabajo.

La digitalización trae consigo importantes retos.

Los países con estados de bienestar particular-

mente estratificados (como, por ejemplo,

Alemania, Francia o Italia) son más propensos a

registrar una brecha digital entre aquellos que

tienen la formación y competencias necesarias

para adaptarse al entorno digital y los que no.

En estos casos, la digitalización no altera la de-

manda laboral en todos los niveles por igual,

sino que tiene un efecto polarizador: mientras

que la demanda sube en campos tremenda-

mente especializados, cae en puestos no cualifi-

cados que no precisan habilidades manuales

(Arntz

et al

., 2016). Esto se debe a que las nue-

vas tecnologías de procesamiento de la infor-

mación eliminan muchos trabajos no cualifica-

dos, pero, a su vez, precisan trabajadores con

las capacidades y los conocimientos necesarios

para aplicarlas (Groß, 2015).

Uno de los principales requisitos en los paí-

ses que hemos ido examinando es adquirir las

competencias necesarias para poder implantar

un mercado laboral 4.0 en una economía digi-

tal. Las interfaces entre el mercado laboral y la

educación, en particular, se convertirán en uno

de los campos de actuación futuros más impor-

tantes en los estados de bienestar. En las socie-

dades de la información y los sectores tecnoló-

gicos punteros, la educación no es solo un

elemento crucial a la hora de potenciar la inno-

vación, sino que también se convierte en una

herramienta importantísima para la inclusión

social. Esta realidad queda especialmente pa-

tente en países como España, Italia y Francia, en

los que las tasas de desempleo juvenil son siem-

pre altas.

La mayoría de los gobiernos europeos están

abordando la situación mediante programas de

reforma encaminados a conseguir una mayor

flexibilidad y menos regulación, aunque tam-

bién se han propuesto medidas ligadas a la for-

mación. En todos los países analizados se cons-

tata un aumento de las relaciones laborales

“atípicas”. A menudo estas van ligadas a condi-

ciones precarias y restricciones a la hora de en-

trar a formar parte de la seguridad social. Se

deben encontrar maneras de incluir los nuevos

modelos laborales (por ejemplo, trabajadores

temporales que trabajan como autónomos) en

los sistemas de seguridad social existentes.

La digitalización tiene el potencial de au-

mentar la productividad y de crear nuevas pro-

fesiones y actividades que disparen la demanda.

Si se realizan las inversiones adecuadas, puede

ser una herramienta de creación de empleo. Sin

embargo, es importante recordar que la deman-

da será mayor para mano de obra cualificada.

Los puestos de trabajo decentes precisan un cre-

cimiento inclusivo. Puesto que las profesiones y

actividades pueden automatizarse de diversas

formas, los estados de bienestar deberán pro-

poner soluciones para aquellos que se vean ne-

gativamente afectados por el proceso. Eso su-

pone invertir más en programas de desarrollo

profesional y formación continua para profesio-

nales poco cualificados y de mayor edad.

La digitalización trae consigo nuevas oportu-

nidades, pero también diversos riesgos. Las so-

ciedades que animan a sus ciudadanos a asumir

riesgos profesionales también deben tener siste-

mas de protección social que mitiguen algo sus

consecuencias. El trabajo se está volviendo cada

vez más móvil, flexible y menos rígido. Esto pue-

de ser bueno, por ejemplo, a la hora de conciliar

trabajo y familia con jornadas más flexibles y

nuevas redes sociales de apoyo, pero también

negativo si se difuminan los límites entre jornada

laboral y tiempo de ocio. Puesto que los nuevos

riesgos sociales precisan ideas que garanticen