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¡TODOS A COMER!

ampliar los conocimientos del pequeño. Nuevamente, se hace patente el potencial

de la comida como entorno privilegiado para un aprendizaje ameno y relajado.

A nivel corporal, el ejercicio de comer ayuda a entrenar aspectos psicomotrices

que luego participarán de otros comportamientos básicos como hablar o escribir.

Asimismo, gracias a una correcta rutina a la hora de comer, los niños aprenden

a escuchar las señales que les envía su propio cuerpo (hambre) y a responder

de forma adecuada para calmarlas (comer-saciedad).

A nivel emocional, el hecho de respetar los tiempos y los ritmos de la comida,

esperar a que todos estén servidos o no levantarse de la mesa hasta haber

acabado, contribuyen favorablemente a controlar la impulsividad del niño,

mejorando su propia capacidad de autorregulación. Además, el momento de la

comida ayuda a los niños a interiorizar rutinas tales como horarios o normas de

higiene que posteriormente generalizarán a otros aspectos de la vida, como el

momento de ir a la cama, entre otros.

Y finalmente, en el caso de los padres, poder compartir un rato con los

hijos todos los días, ayudando a su desarrollo y sirviendo de modelo para

la adquisición de nuevas capacidades, mantiene presente el rol dentro de

la familia. Asimismo, la hora de la comida les permite conocer más a fondo a sus

hijos, sus experiencias, sus logros y sus pequeñas frustraciones; convirtiéndose

por tanto en el momento perfecto para enseñar, pero también para descubrir y

disfrutar del mundo de los más pequeños de la casa.

¿Por qué surgen las dificultades de alimentación?

Las dificultades en la alimentación son el resultado de la interacción de múltiples

factores del niño, de los padres, de la familia y del entorno social.

Para poder abordar eficazmente estas dificultades es necesario analizar en

primer lugar cuáles pueden ser las posibles causas que están precipitando

y/o manteniendo el problema. A pesar de parecer algo sencillo, es común que

se realicen «malas lecturas» del origen del problema por el hecho de centrarse

únicamente en el niño, pasando por alto el entorno familiar y social. Por esta razón

es importante tener en cuenta no solamente la actitud del niño, sino también las

circunstancias familiares, las personas que conviven con él, la situación emocional

de cada uno de ellos y los cambios en el día a día de toda la familia. Cambios de

colegio, el nacimiento de un hermano, ausencia de uno de los progenitores del

hogar o la presencia de enfermedades, son ejemplos de posibles detonantes.

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