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EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA

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la constitución de un servicio de inteligencia de

la UE. Es necesario, además, intercambiar inte-

ligencia con países árabes o musulmanes con

cuyos gobiernos se tengan relaciones fluidas,

aunque sea de forma bilateral, compartiendo

después la información recibida con los demás

socios comunitarios. Y también con otros países

extracomunitarios cuya cooperación puede ser

muy valiosa, en especial Estados Unidos.

De las medidas aprobadas por el Consejo

Europeo en febrero de 2015 es imprescindible

desarrollar las más olvidadas, que son las di-

rigidas a combatir las causas profundas de la

radicalización, es decir, la marginación social,

cultural y económica de buena parte de los jó-

venes musulmanes que viven en las sociedades

europeas, puesto que su éxito será el mejor

antídoto a largo plazo contra el terrorismo en

nuestros países. Hay que hacer un esfuerzo de

integración y mejora de las condiciones de vida

de las comunidades musulmanas, así como una

campaña educativa para contrarrestar la pro-

paganda radical con la difusión de los valores

democráticos, tanto en las escuelas como en las

redes, y mediante el apoyo político y financiero

a líderes religiosos y políticos musulmanes de

carácter moderado.

Finalmente, hay que estar muy atentos para

evitar o neutralizar los brotes de islamofobia

surgidos a raíz de los atentados (y también de

la inmigración masiva), que están siendo apro-

vechados por partidos políticos y movimientos

extremistas como el Pegida alemán, el Frente

Nacional en Francia, el Partido por la Libertad ho-

landés, y en general por todos los partidos de ex-

trema derecha o parafascistas europeos, que han

surgido o medrado al hilo de la crisis económica y

social que vive Europa, en su campaña para avi-

var el miedo y el odio al diferente, lo que puede

producir graves fracturas sociales en la UE, donde

viven más de veinte millones de musulmanes.

La lucha contra el yihadismo allende

nuestras fronteras

Las medidas de seguridad internas, aunque im-

prescindibles, no son suficientes para prevenir el

terrorismo. Hay que combatir el yihadismo allí

donde surge y se desarrolla, pues los atentados

en nuestro territorio están como mínimo inspi-

rados y son un reflejo de lo que está sucediendo

en países árabes o musulmanes azotados por

este fenómeno, cuando no responden direc-

tamente a órdenes provenientes de ellos. Si la

UE permite pasivamente que la radicalización

prospere en su vecindad, la presión en nuestros

países seguirá aumentando y la seguridad de los

ciudadanos europeos estará en grave riesgo.

El yihadismo se propaga por el mundo is-

lámico en una amplia zona geográfica que va

desde África occidental (Nigeria) y el Sahel (Mali,

Níger), pasando por el norte de África (Libia),

Oriente Medio (Irak, Siria), la Península Arábiga

(Yemen) y el cuerno de África (Somalia), has-

ta Asia Central (Afganistán), e incluso Extremo

Oriente (Indonesia, Filipinas). Nació con los mu-

yahidines que combatían a la Unión Soviética en

Afganistán en los años ochenta, y se expandió

bajo el liderazgo de AQ hasta 2014, cuando el

EI consiguió, con sus conquistas territoriales, la

preeminencia. Se sustenta en la interpretación

rigorista del islam que preconiza la doctrina sala-

fista –y más concretamente la corriente wahabí,

oficial en Arabia Saudí–, y crece sin freno amena-

zando la estabilidad de todos los países de mayo-

ría musulmana, y con ella la de todo el mundo.

Europa está obligada a ayudar a los Gobiernos de

los países afectados a neutralizarlo, como ya se

hace en Mali e Irak, no solo para aminorar el ries-

go terrorista, sino también otras consecuencias

de la inestabilidad, como el tráfico de personas

o drogas, o del corte de suministros energéticos,

además de por razones humanitarias.