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LOS ESTADOS Y LOS VALORES DE LA UE. EL RETO NACIONALISTA

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tras su derrota en la I Guerra Mundial, lo que no

ha sentado muy bien en Roma, ni tampoco en

las instituciones europeas, que ven con pavor

reabrirse viejos contenciosos étnicos y territoria-

les, supuestamente superados por la propia

existencia de la Unión. Austria podría plantearse

una colaboración más estrecha con el Grupo de

Visegrado, con cuyos miembros comparte cier-

tos intereses, como los relativos a la emigración,

en una especie de resurrección

sui generis

del

imperio austrohúngaro, con fuerza suficiente

para dar bastantes dolores de cabeza a Bruselas.

El Grupo de Visegrado. El caso de Polonia

y Hungría

Aunque el fenómeno es paneuropeo, la región

donde el populismo ultranacionalista y euroes-

céptico tiene más éxito es, sin duda, el este eu-

ropeo, y más concretamente los países que for-

maron en 1991 (resucitando una alianza del

siglo XIV) el llamado Grupo de Visegrado o V4:

Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia.

Estos países tienen muchas cosas en común.

La primera, en su relación con la UE, que consi-

deran muy positiva desde el punto de vista eco-

nómico y comercial, pero que ven con enorme

reticencia en todo lo que suponga intervención

política o pérdida de soberanía, tal vez por su

pasado reciente de sumisión a la Unión Soviética,

a través del Pacto de Varsovia, o por su descon-

fianza histórica hacia Alemania. Sus movimien-

tos populistas no están basados tanto en la pre-

cariedad laboral y la desigualdad, como en un

fuerte sentimiento nacionalista e identitario,

más acusado que en el resto de Europa. Una

muestra de este carácter ha sido la aprobación,

en febrero, de una ley en Polonia que penaliza

con hasta tres años de cárcel cualquier asocia-

ción de la nación polaca con el exterminio judío

durante la II Guerra Mundial, lo que constituye

una clara limitación a la libertad de expresión,

además de una falsedad histórica, pues si bien

es cierto que la responsabilidad principal de la

Shoá fue del régimen nazi, hubo polacos que

colaboraron en el exterminio, como los hubo en

todos los países europeos ocupados.

La mayoría de los partidos de gobierno del

V4 prefieren una UE limitada a un área de libre

comercio antes que caminando hacia la una

unión política, incluso desearían recuperar

competencias que ahora tiene Bruselas, aun-

que la salida del Reino Unido los va a privar de

su mejor valedor entre los grandes Estados

miembros en este modo de ver el futuro comu-

nitario. Pretenden beneficiarse de las ventajas

de pertenecer a la Unión pero son reticentes a

cumplir algunas obligaciones que esa pertenen-

cia comporta.

Ese es precisamente el caso del reparto de

cuotas de refugiados hecho por Bruselas, que se

han negado reiteradamente a cumplir, lo que ha

provocado la irritación de Berlín, París y Roma, y

puede derivar aún en una crisis grave en la UE.

Los partidos más extremistas, como el PiS pola-

co o el Fidesz húngaro agitan impúdicamente el

fantasma de la invasión islámica para atraer a

sus votantes. Curiosamente, el pretendido páni-

co a la invasión migratoria islámica no se corres-

ponde en absoluto con la realidad en estos paí-

ses. Según un reciente estudio del Centro Pew

Research, en Europa habría actualmente 25,8

millones de musulmanes, un 4,9 % de la pobla-

ción, porcentaje que sube hasta el 8,8 % en

Francia, el 8,1 % en Suecia o el 6,1 % en

Alemania, mientras en los países del Grupo de

Visegrado es el más bajo de toda Europa: 0,1 %

en Polonia, 0,4 % en Hungría, 0,2 % en la

República Checa, 0,1 % en Eslovaquia. El estu-

dio prevé un escenario más probable, en el que

la población musulmana en Europa alcanzaría