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CAPÍTULO 7.

PREVENCIÓN DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA ALIMENTARIA

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Una vez vistos los dos capítulos anteriores sobre problemas físicos y

funcionales que pueden impedir una correcta alimentación, se deducen una

serie de recomendaciones útiles para favorecer el aprendizaje y la adopción

de unas pautas de alimentación adecuadas, que enseñen al niño cómo debe

comportarse en la mesa de acuerdo a su momento madurativo físico y emocional

y que nos ayuden a prevenir la instauración de conductas inadecuadas que

serán después mucho más difíciles de corregir y que pueden convertirse en un

problema importante para toda la familia.

Existen en el día a día dos tipos de condicionantes que pueden conducirnos

a una conducta alimentaria anómala. En primer lugar, los problemas de

conducta del niño, que suele estar físicamente sano, que conducen al manejo

inadecuado por parte de sus cuidadores. En segundo, las propias percepciones

y afrontamientos equivocados de las personas encargadas de darle de comer,

que pueden convertir el momento de la comida en el más difícil del día.

PROBLEMAS DE CONDUCTA DEL NIÑO

Inapetencia y falta de interés hacia la comida

Hay que valorar en estos casos cuáles son las expectativas del adulto y por qué

no encajan con los comportamientos del niño:

¿Estamos queriendo que el niño coma más de lo que realmente necesita

o en ese momento puede?

¿Está en un proceso de enfermedad que disminuye su apetito?

¿Nos encontramos ante una necesidad de llamar la atención e influir

en el ambiente o personas que le rodean y usa la comida como

herramienta?

¿Emocionalmente se encuentra decaído por problemas en el colegio o en

casa y lo exterioriza a través de una pérdida de apetito?

En esos casos hay que valorar muy bien las causas de la inapetencia porque,

dentro de la normalidad y en toda la población general, el consumo de alimentos

no es siempre uniforme y varía según la etapa de crecimiento, la actividad física

que se desarrolle o la situación social en la que nos encontramos. En este punto

es importante valorar lo que el niño come durante varios días, no lo que come

en un día o en una sola comida.