EL ESTADO DE LA UNIÓN EUROPEA
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un
Europe First
, sino un multilateralismo para el siglo XXI, a imagen y
semejanza de la UE. Algo que podríamos llamar eurolateralismo, en
virtud del cual la UE haría valer todo su peso económico y político para
presionar en favor de reglas más favorables a las posiciones, intereses
y valores europeos: en favor de una gobernanza más equilibrada desde
el punto de vista institucional, social y medioambiental.
– Tras las elecciones en Francia y la formación de gobierno de coalición
en Alemania, el camino parece despejado para poner en marcha el
motor francoalemán de las grandes reformas de la UE. En un momen-
to en que Reino Unido se retira del club, e Italia pierde influencia sobre
Bruselas tras las elecciones de abril de 2018 que dieron la mayoría a
partidos populistas, España debería aprovechar esta ventana de opor-
tunidad para incorporarse al núcleo del liderazgo europeo, plantear
una política económica alternativa a la seguida hasta ahora, y fortale-
cer la proyección exterior comunitaria en los diversos ámbitos de la
acción exterior.
– En el actual momento de renacionalización europeo, parece indicado
que la figura del Alto Representante para la Política Exterior refuerce
sus coordinación y comparecencias no solo con los diversos comités del
Parlamento Europeo, sino con los parlamentos nacionales de los esta-
dos miembros que lo soliciten, con el objetivo de dotar a su actividad
de un sentido de unidad.
– La UE debe resistir en deslizarse hacia una guerra comercial con EE.
UU., a pesar de los órdagos lanzados por la Administración Trump,
pues ello podría acabar dañando gravemente la estrecha integración
de la economía transatlántica en términos de inversión, filiales o em-
pleo. Los estados miembros europeos deben unirse en apelar a su con-
traparte norteamericana para que se establezcan canales ad hoc sobre
comercio entre la UE y EE. UU. Ahora bien, la UE debe mantenerse
inamovible en su defensa de un comercio sin aranceles y del principio
de reciprocidad.
– El comercio ha adquirido una gran relevancia política como uno de los
pilares de la globalización, junto a las finanzas y la transformación tec-
nológica. Por ello, un nuevo modelo europeo de comercio debe estar
en primera línea de la acción exterior de la UE, especialmente con los
socios con los que les une valores. Respecto al CETA con Canadá, ya
firmado y con entrada en vigor provisional, el Parlamento Europeo y los
parlamentos nacionales deberían ejercer una vigilancia estricta de su
cumplimiento en términos de estándares sociales y medioambientales,
y del mecanismo de resolución de conflictos estado-inversor. Respecto
a la revisión del Acuerdo Global con México, los europeos deben man-
tener alto el listón de estándares mencionados para servir como alter-
nativa al modelo del NAFTA, y, eventualmente, tender puentes con la